Monday, September 20, 2010

01 La ciudad de Dios, de San Agustín



LA CIUDAD DE DIOS
Vista desde la ciudad terrenal


Sobre la obra La ciudad de Dios, de San Agustín
Ateneo Insular. 1997

Por Manuel Salvador Gautier

En el siglo V, ocurrió un acontecimiento catastrófico para el mundo civilizado de entonces que, no por esperado, dejó de trascender en la compleja situación política de la época. Se trata de la ocupación de la ciudad de Roma, capital del Imperio Romano de Occidente, por Alarico, el rey visigodo. Era el año 410 después de Cristo y los pueblos alrededor del mar Mediterráneo luchaban por su dominio sobre los demás. El Imperio Romano, dividido, se debilitaba poco a poco. Había un ingrediente más. Los pueblos del norte de Europa, sometidos por los romanos, avanzaban hacia el Mediterráneo en plan de ocupar el vacío de poder que precipitaba la acción dominadora de todos. Agudizando la lucha por la hegemonía política, estaba la lucha por la religiosa. El cristianismo, adoptado por el imperio, también se había dividido con la aceptación o rechazo de la llamada "herejía arriana". A grandes rasgos, el mundo religioso mediterráneo estaba conformado por tres grandes grupos: el que profesaba la Iglesia Latina, el que seguía la Iglesia Griega y, finalmente, el que ofrecía una miríada de religiones que existían en esos lugares antes de la aparición del cristianismo. En las dos primeras, el Emperador era, también, el Jefe de la Iglesia.
Alarico, el rey visigodo, cristiano creyente del arrianismo, en su paso hacia la conquista del territorio costero, ataca a Roma, la toma, la saquea, dura tres días en su devastación y sigue hacia el sur, para morir, más tarde, ese mismo año, en otra batalla frente a las murallas de Cosenza, cerca de Sicilia.
¿Qué importancia tenía para Alarico este gesto de ocupar la ciudad, destruirla y abandonarla?
Demostraba que era capaz de combatir los últimos vestigios del Imperio Romano en el Occidente europeo.
¿Qué importancia tenía para la Iglesia Latina el descalabro del Imperio de Occidente y el saqueo de su capital?
Con la derrota del emperador, jefe de la Iglesia, se descalabraba también la Iglesia misma.
¿Qué hubiese pasado si Alarico no muere y logra posesionarse de Italia, imponiendo el arrianismo?
Arrio creó una disputa entre los imperios occidental y oriental sobre la interpretación de la Trinidad. A la larga, significó una disputa sobre la posesión del territorio que cada uno ocupaba. Alarico, cristiano seguidor de la versión arriana, no tuvo empacho en destruir a Roma. De haber permanecido en Italia como conquistador, probablemente hubiese impuesto el arrianismo entre todos sus habitantes. Cuando Alarico toma la ciudad, el Emperador romano no habitaba allí, pero Roma seguía siendo la capital del imperio y del cristianismo occidental. Esta capital se hubiese tenido que trasladar quizás a Africa o a Asia Menor, y la historia de la humanidad sería otra.
Esta especulación no se realizó, pero era vigente en ese momento y obligó a pensar.
Dos años después del desastre, un religioso, obispo de Hipona, ciudad de la antigua Numidia (hoy, Argelia), saltó a la palestra con voz que recogía las inquietudes de todos los cristianos que se profesaban seguidores del Imperio Occidental. San Agustín, declarado merecidamente Padre de la Iglesia, comienza a escribir La ciudad de Dios en el año 412 y la termina en el 426. "Son los años de la áspera pugna pelagiana y aún no han concluido las enojosas disputas con los empecinados donatistas", nos explica el editor en la introducción de la enésima publicación del libro hecha en 1994 (1), para darnos a entender cuáles eran algunas de las motivaciones del Santo a escribir. Es decir, la Iglesia Latina se debatía en la lucha contra los seguidores de Pelagio, "quien negaba que el pecado de Adán u original se hubiese transmitido a su descendencia" (2) y contra los de Donato, con otra herejía similar. La Iglesia Católica, después de su lucha contra la Iglesia Griega por el rechazo del arrianismo, había quedado expuesta a todas las otras herejías que vinieran en mente a cuanto religioso interpretara los documentos originales de su fe (Biblia, Nuevo Testamento, epístolas, otros).
No sé qué tipo de religión Apostólica, Católica y Romana tendríamos hoy si, por ejemplo, la propuesta de Pelagio hubiese sido adoptada por el imperio romano y, verbigracia, por el cristianismo. ¿Por qué alguien en el siglo V luchaba porque los hombres no se consideraran contaminados por el pecado original? ¿Significaría eso que no tendríamos sentido de culpa, que seríamos menos espirituales? ¿Qué propuestas de características dudosas con relación a las enseñanzas de Jesús, casi herejías, adoptó la Iglesia Latina que la conformó en lo que es hoy?
"El africano San Agustín, el espíritu más esclarecido de su tiempo... había de adaptar la doctrina de la Iglesia a la teorías totalitarias y autoritarias, pronunciándose a favor de la religión del Estado, en contra de la libertad de conciencia, y apelando al brazo secular para la represión de herejías. Al reivindicar para la Iglesia una autoridad absoluta e indiscutible, afirma su preeminencia sobre el Estado, y para colocarla por encima y fuera del poder temporal, en 'La ciudad de Dios' separa la Iglesia del imperio. Así la salvaría de la ruina a la que había de verse arrastrado el imperio, poniéndola en condiciones de continuar en la esfera espiritual la obra del universalismo que constituye el título más glorioso del Imperio romano. El emperador no podía hacer otra cosa sino adaptar su política a las arraigadas convicciones de la opinión cristiana" (3).
San Agustín fue uno de los grandes promotores para la consolidación de la religión cristiana como la conocemos hoy, y su libro, La ciudad de Dios, es una de las grandes contribuciones para lograrlo.
Lo que entiendo y siento, al seguir las trapisondas que estimularon la perspicacia de San Agustín en el siglo V, es que no puede existir una ciudad de Dios si no existe una ciudad terrenal. Para el Santo, Roma representaba el imperio y era el universo. Aquí no hablamos de una ciudad terrenal con límites físicos, al borde del río Ozama o del río Yaque, en las costas del mar Caribe o del Atlántico. Aquí se trata de todos los habitantes de la tierra, del mundo en su totalidad. Aquí ciudad, repito, es sinónimo de universo y la ciudad de Dios es la iglesia universal, donde van las almas de estos habitantes terrenales.
Sería prolijo presentar todos los argumentos que utilizó San Agustín para combatir la situación que se creó contra la Iglesia con el saqueo de Roma por Alarico. El Primer Libro de La ciudad de Dios se titula: "La devastación de Roma no fue castigo de los dioses debido al cristianismo". Por este título podemos deducir de qué tipo de acusación debía defenderse la doctrina cristiana. Hoy día, asimilada estas contradicciones, nos parecen hasta pueriles. Sin embargo, no hay dudas de que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana actual es el resultado de las decisiones que se tomaron en ese momento, básicamente:

a) La independencia entre el poder religioso y el poder temporal.
La contraposición que hace el Santo en su obra no es retórica. La ciudad terrenal es una cosa; la ciudad de Dios es otra, y no pueden ser regidas por una misma persona. El hasta entonces obispo de Roma, delegado por el mismo Jesús para encabezar su Iglesia, debe ser, por lo tanto, el jefe de esa Iglesia y no el emperador. Surge así un Papa sobre la tierra con poder independiente para dirigir la obra de Dios entre los creyentes y paganos.

b) La asimilación de ritos, costumbres y pensamientos de religiones, filosofías y doctrinas paganas.
Fiestas mítricas, las propuestas filosóficas de Platón y Aristóteles y el absolutismo del imperialismo romano fueron asimilados, con alteraciones que minimizaran sus características paganas o herejes, con el fin de fortalecer al cristianismo.

Hay un punto que conviene aclarar sobre la obra La ciudad de Dios. San Agustín aprovecha la destrucción de Roma para presentar todos los argumentos que fortalecerán la Iglesia frente al estado y frente a sus enemigos y competidores, pero no es totalmente ajeno a una manipulación sutil, para evitar confrontaciones con sus propios correligionarios. Por ejemplo, cuando el Santo habla de las acusaciones que hacen los paganos contra el cristianismo, entre las cuales está que Dios debió proteger al pueblo cristiano evitando la catástrofe con su poder omnímodo, no explica que también los cristianos seguidores de Roma hacían las mismas acusaciones. Otra instancia similar a esta: el Santo oculta que Alarico fuera cristiano arriano, lo cual fue motivo para que los invasores dejaran intactos los templos cristianos, permitiendo que sirvieran de refugio a creyentes y paganos. Sin embargo, para los fines de su argumentación, el Santo presenta este hecho sin causa terrenal, como si esa protección proviniera directamente de la mano de Dios.
Después de más de mil años de ocurrido el hecho y con una Iglesia Católica, Apostólica y Romana bien establecida en el mundo actual, estas omisiones parecen una nimiedad. Sin embargo, son una demostración de que el Santo no era totalmente exacto en sus reflexiones sobre lo que ocurría en la ciudad temporal y que, por lo tanto, también podía fallar sobre las categorizaciones que proponía para la ciudad de Dios.
Mi cuestionamiento es: ¿hasta qué punto la espiritualidad de la doctrina religiosa que se depuraba en esos momentos no era tan sólo un recurso para condicionar la mente de los hombres y mujeres hacia una manera específica de manejar el poder, explícitamente, imponiendo el absolutismo con que se organizó el imperio y que adoptó finalmente la Iglesia?
Las fuentes históricas recogen la propuesta contraria al cristianismo que formulaban los seguidores de Mitra e Isis, que resulta sumamente interesante en nuestros días, en el momento que tratamos de imponer la democracia en contra del absolutismo.
Hubo hombres como Simaco, prefecto de Roma en el año 384, y Amiano Marcelino, historiador, que no aceptaron el cristianismo. Cuando Graciano, en el año 382, "suprimió los subsidios concedidos hasta entonces por el Estado al culto pagano, esos hombres se hacen cargo de los gastos, siendo sacerdotes de Mitra o de Isis... El cristianismo no les satisface por ser, para ellos, la expresión de tendencias sociales que reprueban, y continúan fiel y sinceramente adictos a los principios liberales, a los derechos del hombre que el estatismo, en el cual son grandes dignatarios, vulnera... Sienten interés por las cosas espirituales contribuyendo a la publicación de buenas ediciones de autores clásicos, pero no son ya de su tiempo, respecto al cual, desde muchos puntos de vista, son muy superiores. Su arcaísmo les hace vivir al margen de sus contemporáneos, en cuya sociedad no pueden ya actuar, y constituyen el símbolo de clases ya caducas, agonizantes en un conservadurismo que las aísla antes de condenarlas a desaparecer" (4).
Para finalizar, presento lo que el editor del libro La ciudad de Dios explica sobre la contraposición ciudad de Dios-ciudad terrenal, utilizada por San Agustín.
"La ciudad de Dios, pues divídese en dos partes: la una negativa, de carácter polémico contra los paganos, subdividida, a su vez en dos secciones: los dioses no aseguran a sus adoradores los bienes materiales... menos todavía le aseguran la prosperidad espiritual... a otra positiva, que suministra la explicación cristiana de la historia... subdividida asimismo en tres secciones: origen de la Ciudad de Dios (creación y pecado original)... historia de las dos ciudades que progresan la una con la otra y, por así decirlo, la una en la otra...; los fines últimos de las dos ciudades... (5)".
Más adelante el editor nos explica:
"En la segunda parte, el autor (San Agustín) pasa de tratar el problema casi exclusivamente de modo polémico y negativo, a tratarlo ante todo, de modo expositivo y dogmático. No basta demostrar la incoherencia y lo infundado del culto politeísta; es menester probar que, en efecto, toda la verdad se encuentra en el cristianismo, y cómo (este) satisface a un mismo tiempo al corazón y a la inteligencia, y es verdaderamente el camino de liberación del mal y de la infelicidad.
"He aquí, pues, la descripción cristiana del mundo, no tanto del físico como del moral, basado en la aspiración de la felicidad...". (6)
Esa felicidad celestial, hoy día, es cuestionada. La ciudad terrenal devora a la ciudad de Dios. Las iglesias cristianas compiten por una espiritualidad cada vez menos deseada. El materialismo y su derivado, el consumismo resultado del capitalismo triunfante, requiere la felicidad en esta tierra. Sería, sí, maravilloso una felicidad igual por toda la eternidad.

(1) San Agustín, La ciudad de Dios, México, Editorial Porrúa, S.A., 1994.
(2) Larousse Ilustrado. 1964.
(3) Jacques Pirenne, Historia Universal, Tomo I, Grolier International, Inc. 1972. p. 405.
(4) Pirenne, Ob. Cit. 3. P.401.
(5) San Agustín, Ob. Cit. 1. Pps. XVII, XVIII.
(6) San Agustín, Ob. Cit. 1. p. XIX.

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