Thursday, September 23, 2010

05 La renovación de la novela histórica dominicana



Género de Caballería


LA RENOVACIÓN DE LA NOVELA HISTÓRICA DOMINICANA

II FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO,
COLOQUIO: “LA NOVELA HISTÓRICA DOMINICANA”
Santo Domingo, Abril 1999

Por Manuel Salvador Gautier

1. Antecedentes.

La Biblia y otros libros sacros; las piedras con inscripciones escritas como la Roseta; los papiros y demás documentos que intentan explicar el mundo a través de la historia de sus pueblos; La Ilíada, La Odisea y todas las obras clásicas, encontradas o desaparecidas, que presentan a héroes en acción, destruyendo y conquistando territorios o monstruos, para la gloria de sus respectivos reyes o países; Amadís de Gaula y los otros romances de caballería del Medioevo, con héroes que luchan por una ideología común; los poema épicos del siglo XVI: Orlando furioso de Ariosto, La Jerusalén liberada de Torcuato Tasso y Los lusiadas de Luis de Camoens, con sus escenarios históricos; y finalmente la novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes (1547-1616), con un antihéroe que ridiculiza el pasado y el presente para proponer un proyecto de futuro tan inconcebible para sus coetáneos que ha sido siempre considerado una ficción; todas estas narraciones, no importa su género, tienen en común por lo menos dos cosas: primero, que son obras maestras que han perdurado a través de los siglos como parangones de la literatura por sus características estéticas; y segundo, que presentan una realidad interpretada, donde acontecimientos históricos que ocurrieron en una época dada son manejados por el autor o los autores con el fin de estimular a sus oyentes o lectores a regocijarse y amoldarse a su medio, es decir, a mantenerlos como están, si el planteamiento es para conservar el statu quo, o a preocuparse y tratar de cambiarlos, si el planteamiento es liberal o revolucionario. En su mayoría estas obras son consideradas epopeyas, un nombre rimbombante que viene del griego "hacer discurso" y que, después de encasillarse como "poema narrativo extenso, de elevado estilo, acción grande y pública, personajes heroicos o de suma importancia, y en lo cual interviene lo sobrenatural o maravilloso" (1), finalmente, por extensión, fue considerada una "serie de sucesos heroicos: (ejemplo) la epopeya napoleónica" (2). Las epopeyas están dirigidas a una colectividad cautiva, y tienden, por idiosincrasia, a inflar el valor de quienes sustentan el poder, sean sus regímenes despóticos o democráticos. La transición de la inflación glorificadora a la exposición ética empieza con la presentación de obras que, de alguna manera, critican a los sustentantes del poder y se da en la Inglaterra del siglo XVI-XVII, con piezas teatrales cuyo máximo exponente es William Shakespeare (1564-1616). En muchas de estas obras de gran valor estético (Hamlet, El rey Lear, Macbeth), el argumento histórico trata de convertirse en una parábola que propone una reflexión sobre alguna vicisitud humana: la fuerza de la venganza, la decepción del poder, la inconsistencia del crimen. Los personajes manejados por Shakespeare, que existieron históricamente, no necesariamente se comportaron en la realidad como lo propone el fabulador.
¿En qué momento se concretizó la novela como un género con sus características particulares?
Nos dicen F. Briosci y C. Di Girolamo (3): "La contraposición de épica a novela, recogida, profundizada, glosada por casi todos los estudiosos de la novela hasta nuestros días, alcanza quizás su formulación más sugestiva en Bajtín (1941). No sólo la epopeya, señala Bajtín, sino todos los grandes géneros literarios heredados de la Antigüedad se han formado en la edad prehistórica, antes de la escritura y del libro. Cada uno de ellos posee un canon propio, un repertorio de normas, un modelo que lo constituye como tal género. La novela, por el contrario, única entre todos los géneros literarios, 'es más joven que la escritura y el libro, y sólo ella está adaptada orgánicamente a las nuevas formas de recepción muda, es decir, a la lectura. Pero, lo que es más importante, la novela carece de cánones: históricamente, se presentan algunos especímenes aislados, pero no patrones novelísticos como tales' (1941:441)" (4).
Es decir, la novela se inventa para los que leen, y sus cánones se establecen en ese momento de invención, que acontece a finales del siglo XVI y principios del XVII, con la obra maestra de Miguel de Cervantes ya mencionada. Es justo preguntarse, ¿por qué tan tardíamente, cuando ya la escritura y la lectura habían alcanzado cumbres estéticas tales como La divina Comedia de Dante Alighieri (1265-1321)? La respuesta es que, sólo después que Gutenberg (¿1400?-1468) inventó la imprenta, el libro se hizo accesible a los no especialistas. Tomó más de cien años para que surgiera el nuevo género literario, y se dirigió a las clases que conocían de letras, una elite que no sólo incluía a religiosos y sabios, los sólitos eruditos, sino también a hidalgos, profesionales, mercaderes, aventureros y otros.

2. El género novela y la novela histórica.

La literatura es el "conjunto de obras escritas o transmitidas oralmente que la tradición considera dignas de aprecio artístico" (5). Es, quizás, la definición más sencilla de un concepto de extraordinaria complejidad.
Mario Vargas Llosa, en un artículo reciente que publicó un periódico local (6), propone: "La literatura es un arte predatorio. Ella aniquila lo real de manera simbólica, sustituyéndolo por una irrealidad a la que da vida ficticia, con la fantasía y las palabras, un artificio armado con materiales saqueados siempre de la vida. Pero, generalmente, esta operación es discreta, y a menudo inconsciente, pues quien escribe roba y pilla –y manipula y deforma- lo vivido, la experiencia real, más por instinto e intuición que por deliberación consciente; luego, su arte, su hechicería, su prestidigitación verbal, tienden unos velos impenetrables sobre lo hurtado. Si tiene talento, el delito queda impune".
"El novelista no elige sus temas; es elegido por ellos. Escribe sobre ciertos asuntos porque le ocurrieron ciertas cosas" (7).
Vargas Llosa nos orienta sobre lo que es la novela actual y cómo percibirla.
En un sentido estricto, no siempre fue así.
En las novelas del siglo XVIII encontramos una situación "donde la historia no avanza, las digresiones prevalecen sobre los acontecimientos, el yo narrador interfiere continuamente, violando cualquier separación entre el tiempo de los hechos y el tiempo del discurso" (8). Se trata de estimular al lector a pensar, sin tener que entrar en los filosos vericuetos de la filosofía. La novela es, en esos momentos, orientación sobre temas variados, muy del agrado del autor. La trama se utiliza para dramatizar los puntos de vista del autor, un recurso que se presenta como hilo conductor para exponer sus peroratas enjundiosas o su ideología. Un ejemplo conocido de este manejo es la obra maestra Vida y opiniones de Tristán Shandy, de Laurence Sterne (1713-1768) que, simplemente por su nombre, sabemos tratará sobre las convicciones profundas del autor, un pastor que introduce en la literatura a un narrador en el vientre de su madre (9).
En cambio, en las novelas del siglo XIX la trama se construye "compacta y relatada por un narrador omnisciente" (10). "La novela... presupone un mecanismo de expectativas totalmente específico. Donde la historia no es aún conocida, 'el interés por la continuación' y 'el interés por el final' se convierten en un aspecto significativo en la relación con el lector" (11). Hay un inicio, un clímax y un desenlace. Un acontecimiento sigue a otro en una concatenación sobrecogedora.
En esta versión, donde los planteamientos ideológicos del autor no se exponen abiertamente, aparece la novela histórica como la conocemos hoy. Conviene explicar que la diferencia entre la novela histórica de ese momento y un ensayo histórico está en que la primera no tiene que ser documentada como la segunda; también en que en la primera puede haber ficción, mientras que en la segunda esto es imposible.
Alejandro Dumas (1802-1870) nos ofrece una gama de novelas sobre personajes históricos en el que nos revela intimidades y desviaciones que los hacen aparecer más reales, dentro de acontecimientos que podemos reconocer de nuestros estudios de la historia universal. Catalina de Médicis es una intrigante que envenena a sus enemigos. Margarita de Valois esconde la cabeza disecada de su amante entre sus faldas. Ana, reina de Francia, le es infiel al rey con el inglés duque de Buckingham. Aparecen personajes ficticios que amamos, porque representan valores positivos que deseamos poseer. Los tres mosqueteros son fieles entre sí, "todos por uno, uno por todos". El Conde de Montecristo sabe pagar favores. Al final, quedamos admirados por la magnificencia de las cortes reales y por las posibilidades de los desclasados de ascender en la escala social. Es el tema recurrente, insistente, que perpetúa la revolución burguesa establecida a sangre y fuego por Napoleón. Es el sueño, que los norteamericanos han hecho suyos: los ricos son iguales a los pobres. A pesar de las limitaciones económicas de una persona, si se aprovechan las oportunidades que brinda una sociedad igualitaria, se puede alcanzar la riqueza.
La novela histórica, en su totalidad, se proponía como vehículo para sustentar el tema de tesis del autor y comprobar su hipótesis, y es el lector que, sobrecogido por los acontecimientos, interesado por la continuación de la trama, deseoso de conocer el final, tiene que desentrañarlo y analizarlo o asimilarlo como un mensaje subliminal.
Algunas de estas novelas se reconocen como obras maestras que permanecerán en el tiempo como ejemplos de buen manejo literario.

3. Las posibles variaciones de la novela histórica.

La novela histórica era la continuación de la epopeya en su intención de incidir en la formación ético—política y mítica de sus lectores. Presentaba una visión particular de hechos ocurridos en épocas recientes o pretéritas, con el fin de exponer los puntos de vista del autor, sus conceptos del mundo, su filosofía de vida. Para hacerlo, el autor entraba en la vertiente de su imaginación, ajustándose a los hechos históricos o creándolos, dentro del marco de la época que trata.
Cabe diferenciar dos manejos específicos en este tipo de ficción, con sus variaciones. Estos son: la historia novelada y el novelar histórico.
La historia novelada sigue muy de cerca la historia documentada, pero introduce elementos que dicha disciplina rechaza por no haber comprobaciones documentales tales como: diálogos, descripciones de personajes y ambientes, juicios críticos expresados a través de los personajes o en disquisiciones del autor, expresiones que éste asume por deducción, instinto o comparación como resultado de sus investigaciones sobre los hechos que trata. En este tipo de novela histórica no se introducen personajes ni hechos ficticios y se sigue la realidad, introduciendo lo no documentado sólo para hacer más amena o comprensible la lectura o para el autor proponer su hipótesis de manera evidente. Es notorio, sin embargo, que en el uso del diálogo, se introducen manifestaciones de los personajes comprobables documentalmente que sirven para destacar su personalidad, como el autor la ha interpretado.
Las variaciones en la historia novelada son tres: puede hacerse en base a acontecimientos donde los personajes actúan en forma secundaria (el desarrollo de una batalla, la firma de un tratado); puede presentarse la personalidad de un personaje (biografía novelada); o pueden mezclarse las dos primeras posibilidades.
El novelar histórico, el otro manejo de la novela histórica, ofrece mayores variaciones. Requiere que los hechos históricos tengan influencia en la formación y las decisiones que toma el personaje principal, y/o que se incluyan como parte de la trama. La ficción se introduce como función esencial para su desenvolvimiento.
A continuación sus posibilidades:
a) La protagonizan personajes y hechos históricos:
* mezclados con personajes ficticios en una trama que sigue de cerca la realidad histórica.
* en una trama ficticia.
b) La protagonizan personajes ficticios y hechos históricos donde:
* aparecen en una o varias escenas personajes históricos de importancia.
* solamente se hace referencia a los personajes históricos.
* no aparecen personajes históricos.
c) La protagonizan personajes ficticios en hechos ficticios:
* con personajes históricos en una o varias escenas.
* con un marco histórico de fondo.
* con una ambientación de época y referencias a hechos históricos.
La lista no es exhaustiva. Se presenta sólo para indicar las posibilidades en el manejo del novelar histórico, el más utilizado por los escritores desde que se definió el género.
Conviene aclarar que no todo el mundo coincide en lo que es una novela histórica. José Alcántara Almánzar, nuestro escritor y crítico literario, propone lo siguiente en su apreciación de la obra Tiempo para héroes, de mi autoría: "En esta tetralogía hay historias independientes, submundos personales que se entrelazan para ir formando un drama íntimo y múltiple. El novelista inglés E. M. Forster decía que todo lo observable en los seres humanos pertenece al dominio de la historia. Pero aseguraba que la faceta novelesca o romántica de la vida abarca la pura pasión, los sueños, gozos, penas y autoconfesiones que la educación o la vergüenza le impiden expresar. Para Forster, mostrar esta faceta de la condición humana es una de las principales funciones de la novela.4 En este sentido, la tetralogía de Gautier no es, repito, una novela histórica pura y simplemente, sino una ficción que ha tomado la historia como punto de partida" (12). Para Alcántara Almánzar la novela histórica es sólo historia novelada; donde hay ficción ésta no existe, se convierte en otra cosa. Los tres mosqueteros y Lo que el viento se llevó, donde las pasiones humanas responden a los acontecimientos históricos, quedan dentro de esta indefinición.

4. La evaluación de la novela histórica dentro de la literatura universal y local.

La novela histórica tuvo su gran auge en el siglo XIX, cuando se constituyó en el instrumento que sirvió para orientar a una masa literata deseosa de entretenerse y cultivarse a la vez, en algunos casos, sin darse cuenta que también la formaban ideológicamente y, en otros, entendiendo perfectamente que le presentaban la confirmación o el enfrentamiento a sus posiciones políticas. Muchos de los grandes autores del siglo trataron la novela histórica, legándonos extraordinarias obras literarias u obras maestras, entre ellos: León Tolstoi (1828-1910) (La guerra y la paz), Alejandro Dumas, ya mencionado, y muchos más.
En el siglo XX, la novela histórica se convirtió en literatura de evasión, sobre todo para la enorme clase media norteamericana que se inscribió en los clubes de lectura tales como el Book of the Month Club y otros. Se publicaron obras como La amante de hierro (The iron mistress) (1951), de Paul I. Wellman, y Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind) (1939), de Margaret Mitchell, la primera, historia novelada, relatando la vida de James Bowie, un héroe de la frontera norteamericana que luchó contra indios y piratas y que se presenta como el prototipo de hombre a admirar, por participar con arrojo y valentía en la consolidación del territorio de los Estados Unidos; y la segunda, novelar histórico, exaltando la gesta de la Guerra Civil entre norteños y sureños (1863), con una protagonista que se adapta a los acontecimientos como debía hacerlo el pueblo norteamericano, todavía hoy con conflictos raciales. Constituyen un cuerpo literario repetitivo, con un manejo que podría considerarse profesional pero no estético. Por supuesto, en este siglo también han habido ejemplos extraordinarios de literatura universal, tales como Burr (1973), biografía novelada de Gore Vidal, y el novelar histórico de William Faulkner (1940-1960), antes, durante y después de la Guerra Civil, en una gesta íntima y maravillosa que se desarrolla en el ficticio Yoknapatawpha County de Mississippi.
Si investigamos el nivel en que clasifica la novela histórica en algunas selecciones que se han hecho sobre "libros famosos" o si nos inquietamos por averiguar de qué manera se la considera en la literatura universal e iberoamericana, encontramos lo siguiente:
En la obra Los 333 libros más famosos del mundo (13), sólo 24 de estos libros (7 %) pueden considerarse novelas históricas, dos son historia novelada y el resto, novelar histórico. Trece son europeos. Diez son iberoamericanos. Uno es norteamericano.
En 1990 Mario Vargas Llosa hizo una selección personal de las mejores novelas del mundo escritas en la primera mitad del siglo XX (cubre desde 1911 hasta 1964). De veinticinco obras propuestas en La Verdad de la mentira, como llamó a su ensayo literario, sólo cuatro (24%) pueden considerarse novelas históricas: Santuario (1933) de William Faulkner, El doctor Zhivago (1957) de Boris Pasternak, El gatopardo (1958) de Giuseppe Tomasi de Lampedusa y Herzog (1964) de Saul Bellow.
En la selección que realizó un grupo de intelectuales dominicanos en febrero de 1999 para la revista literaria Isla Abierta del Periódico Hoy, donde se escogieron los mejores novelistas iberoamericanos del siglo XX y la mejor de sus novelas, de quince obras listadas solamente una (7%) puede considerarse una novela histórica: Yo, el supremo (1974), del paraguayo Augusto Roa Bastos, y habría que discutirlo.
No cabe dudas de que la novela histórica tiene una evaluación baja entre los intelectuales, editorialistas y promotores de literatura del siglo XX. La mayoría de ellos no considera que su manejo literario adquiere el nivel de obra maestra, lo que origina las preguntas: ¿a qué se debe esta situación? ¿por qué se sigue escribiendo? ¿por qué un intelectual como José Alcántara Almánzar en su libro Los escritores dominicanos y la cultura (1990) se pregunta la razón por la cual "un pueblo que ha tenido varios de los más temibles dictadores del continente (americano) no haya podido ofrecer aún una novela sobre el tema, a pesar de que la narrativa sobre la dictadura y los dictadores latinoamericanos alcanzó su apogeo en la década pasada con la publicación del Otoño del Patriarca, de García Márquez, Yo, el supremo, de Roa Bastos, y El recurso del método, de Carpentier; "Cómo es posible", se sigue preguntando el crítico literario, "que un novelista piense que su único objetivo es contar una historia más o menos bien, sin plantearse ningún otro tipo de problema"? (14)

Novela histórica dominicana

5. La novela histórica dominicana.

La obra literaria dominicana más divulgada, con reconocimiento internacional como obra maestra, es la novela Enriquillo de Manuel de Jesús Galván, escrita a finales del siglo XIX cuando se recurría al hispanismo como ideología y al romanticismo como disciplina en la valorización de las clases predominantes de la sociedad. Por otro lado, la novela Sólo cenizas hallarás de Pedro Vergés (1978) ganó dos premios literarios en España, el Blasco Ibáñez y el de la crítica española, colocándola en un alto sitial en nuestra novelística.
Sobre Enriquillo se han escrito muchos ensayos, entre los que se encuentra el de Pedro Conde Sturla titulado Notas sobre Enriquillo (19--), donde el crítico reconoce el valor literario de la obra pero señala que la ideología hispanista del autor reduce la magnitud de la confrontación entre conquistadores e indígenas (15). Este criterio es interesante porque da basamento al señalamiento inicial hecho: la novela histórica, hasta ahora, desarrolla una tesis cuyo tema se evidencia a través de un vehículo, la novela en sí, y cuya hipótesis se comprueba con la manipulación ideológica que el autor hace de los hechos verídicos que presenta. En el Enriquillo de Galván, el rey es magnánimo, los frailes son bondadosos, los conquistadores son consecuentes, excepto el malvado que provocó la tragedia, que resulta un caso aislado. Al lado del cacique Enriquillo, educado en la cultura hispánica, hay dos indígenas salvajes, uno tonto y el otro intrigante. Enriquillo, en realidad, encarna la mezcla de culturas y razas que se ha dado en nuestro país, donde, presumiblemente, predomina la hispánica por el uso de la lengua y costumbres y, en el caso específico que tratamos, se ignora la africana. La hipótesis que se pretende demostrar es que la hispánica es la cultura que nos coloca en igualdad en un mundo dominado por la civilización occidental.
En la bibliografía cronológica que hace Miguel Collado de la narrativa dominicana (16), por los títulos, ya que desconocemos las obras, es posible darse cuenta que la novela histórica, en sus vertientes indigenista y mitológica, es de los recursos narrativos manejados por los primeros autores dominicanos. Enriquillo, de 1882, pertenece a la corriente indigenista, que en nuestro país se inició a mediados del siglo XIX y que influyó enormemente en la imaginación de los narradores de entonces. Angulo Guridi, que escribió sus primeras obras en Cuba, comenzó esta corriente para los dominicanos con una novela titulada Los amores de los indios en 1843. En 1868 se mantenía dentro de la corriente con La ciguapa, que debió recoger la leyenda afro—taína de la mujer con los pies al revés. Federico García Godoy escribe en 1909 Rufinito: sucedido histórico y en 1914 Guanuma: novela histórica. En el mismo año, Tulio Manuel Cestero publica La sangre: una vida bajo la tiranía, otra novela cumbre dominicana, considerada por muchos la mejor de principios de siglo XX. Se desarrolla durante la tiranía de Lilís y presenta a un protagonista vencido por las circunstancias, a pesar de la lucha que mantiene todo el tiempo por sus convicciones democráticas. Este pesimismo del perdedor será, en lo adelante, una constante en la novela histórica dominicana. Rafael Damirón, Jaime Colson, José María Pichardo y otros más son los escritores que continúan lo que se convierte en una tradición narrativa. En 1938 Max Henríquez Ureña escribió los Episodios Nacionales que inició con La independencia efímera, y que continuó con La conspiración de Los Alcarrizos (1941), El arzobispo Valera (1944) y El ideal de los Trinitarios (1951). En la década de los 60 aparecen dos grandes narradores dominicanos, Marcio Veloz Maggiolo y Carlos Esteban Deive, que producirán en los 70 sendas novelas históricas, el primero De abril en adelante (1974), ganadora de un premio internacional, y el segundo Las devastaciones (1979). Algunos, podrían argumentar que la novela de Veloz Maggiolo no es histórica, sin embargo, cuando la comparamos con La sangre de Cestero encontramos los mismos ideales destruidos, la misma desesperanza para comenzar la reconstrucción de las ruinas dejadas por la dictadura, esta vez, la de Rafael Trujillo, la misma situación de crisis provocada por personajes que fueron estamentos de la dictadura. "En este ambicioso texto experimental", nos dice Alcántara Almánzar de esa novela (17), "Veloz Maggiolo disloca los supuestos tradicionales del arte de novelar, al tiempo que nos ofrece una visión corrosivamente irónica de su sociedad". Es decir, utiliza recursos técnicos contemporáneos antes nunca aplicados a este tipo de narración. La novela de Deive es claramente una crítica a la política llevada a cabo por los españoles a principios del siglo XVII, que movilizó a cientos de familias de sus hogares y los trasladó a lugares inhóspitos, y que produjo eventualmente la ocupación de la isla por los franceses. La historia se centra en un personaje, Hernando de Montoro, vecino de Bayahá, que enfrentó las autoridades y mantuvo la rebeldía por varios años, acompañado de unos 150 hombres y sus mujeres. El autor informó en un cursillo que dictó sobre la novela en 1991 y al cual asistí, que para dar color a una escena en la que los sublevados se juntan con algunos piratas, había puesto mucho de su imaginación, lo cual es un recurso legítimo en el novelar histórico.
Otras novelas históricas importantes de los 70 son El Masacre se pasa a pie (1973), de Freddy Prestol Castillo, que trata sobre la exterminación de haitianos en 1937 por las huestes de Trujillo, y La prisionera del Alcázar (1976) de Manuel Rueda, que nos habla de doña María de Toledo, la Virreina del siglo XVI, y sus alegadas nostalgias por el esposo ausente. Haffe Serrulle nos presenta denuncias contra la dictadura en Voy a matar al presidente (1973) y Las tinieblas del dictador (1978).
En los 80 sigue lo que será una denuncia constante de la dictadura de Trujillo, iniciada en los 70, entre otros, tenemos a Javier Capellán Guzmán en La última noche del General (1986), Carlos Cepeda Curiel en Más allá del poder (1980), Lipe Collado en Los acorralados (1980). Esta insistencia, junto con todos los libros, relatos, ensayos y artículos en revistas y periódicos que se publicaron sobre la Dictadura, hará que algunos críticos aseguren que el tema está agotado en la novelística dominicana (18). Para asombro de todos, Vargas Llosa decide en los últimos años escribir una novela sobre Trujillo, aún en preparación, que quizás sea la que Alcántara Almánzar exigía a los escritores dominicanos.

En 1980 se publica la obra mítico—indigenista de Manuel Mora Serrano Goeíza, Premio Siboney de novela, con una técnica original que nos obliga a recordar el teatro griego y con un manejo narrativo de gran belleza. También con técnicas innovadoras publica Bonaparte Gautreaux Piñeyro La muerte de Raquel Martínez, donde: "La historia del Caribe se cuenta con jirones de la vida de una familia que emigra en busca de mejores condiciones y cae en una República Dominicana donde Trujillo impone su mano de hierro" (19), y El viaje de don Enrique (1993), premio Pedro Henríquez Ureña de Novela 1992 (20), donde aparecen mencionados personajes reales como doña Beatriz, esposa del vicepresidente Carlos Goico Morales (p. 45). Los autores dominicanos demuestran que pueden manejar técnicas novedosas igual que cualquier extranjero.
Manuel Rueda publica Bienvenida y la noche (1994), escrita con gran lirismo, que algunos críticos aseguran no es una novela sino un relato de una experiencia juvenil del autor. En un artículo que escribí publicado en Isla Abierta (21), demostré que el escritor maneja en su novelar tanto la realidad como la fantasía. En esta misma década Pedro Troncoso Sánchez publica Episodios Duartianos, una historia novelada que no pretende otra cosa que dar a conocer al Padre de la Patria con un acercamiento familiar y cotidiano.
En esta última década del siglo XX, la novela histórica de mayor relevancia, por la acogida que tuvo del público, es, sin dudas, Los que falsificaron la firma de Dios, de Viriato Sención, que nos revela intimidades en la casa del ex presidente Joaquín Balaguer. Ganó el Premio Nacional de Novela de 1993, de la Secretaría de Educación, que le fue retirado con un plumazo por la Secretaria de entonces. En inglés, con gran acogida nacional en su traducción al español, encontramos En el tiempo de las Mariposas de Julia Alvarez, sobre el martirio de las hermanas Mirabal, con una técnica interesante que recurre a un supuesto reportaje, utilizado con efectos similares por el español Manuel Váquez Montalbán en Galíndez, sobre el dirigente vasco desterrado en nuestro país, asesinado por Trujillo mientras continuaba su exilio en Nueva York.
De las últimas novelas históricas importantes de esta década está El sueño era Cipango de Bruno Rosario Candelier (1999) que nos presenta la historia de la fundación de La Isabela en 1494, primera ciudad española en América, y que propone una visión alterna a la Conquista, la del Cristianismo y su propagación, dando a entender que la destrucción de la ciudad se debió a la carencia de una visión cristiana de sus pobladores.
Con excepción a Enriquillo de Galván ninguna novela dominicana ha trascendido para ser reconocida universalmente como obra maestra.
En esta década del 90 he publicado tres obras de novelar histórico. Estas son: la tetralogía Tiempo para héroes en 1993, Toda la vida en 1995, y Serenata en 1998. Las dos primeras obtuvieron el Premio Nacional de Novela. Según Manuel Mora Serra: "La sorpresa más grande que haya tenido nuestra literatura en toda su historia ha sido la presencia de Manuel Salvador Gautier que irrumpió con su tetralogía Tiempo para héroes y luego con Toda la vida... asombrando su fecundidad y su audacia. Inicialmente apareció como un narrador con garras que penetraba en aspectos recientes de la realidad político—social dominicana y a quien negábamos admitir en el círculo cerrado de "los literatos"; pero el hombre ganó los dos premios anuales con sus obras y no sólo eso, sino que dijo que tenía otros proyectos, y se impuso" (22).
Agradezco a Mora Serrano estas palabras de reconocimiento.
Mi experiencia en el manejo de la novela histórica resulta para mí sumamente interesante. Comencé influenciado por las cientos de novelas históricas de evasión o no, que he leído durante mi vida. Tenía como modelo todas las de Dumas, me compenetré con Hellen Keller, una novelista inglesa costumbrista que escribió decenas de historias sobre la época victoriana en su país, admiré a la Mitchell, en fin, golosiné todo lo que supuestamente estaba superado en la novelística de fin de siglo XX.
Produje Tiempo para héroes, que Alcántara Almánzar, en su extraordinaria y muy minuciosa presentación, y después de señalar todas sus bondades, criticó de la siguiente manera: "Lo que ha hecho tan voluminosa la tetralogía de Gautier... no es la detallada descripción de situaciones, ni la minuciosa mirada del narrador sobre el período que abarca el tiempo de la novela, sino la tendencia a ofrecer lecciones de sociología y política a través de personajes que hablan para ilustrar a sus interlocutores sobre el proceso dominicano... Esta fascinación didáctica, a veces muy notoria, es la que, para beneficio de su trabajo como novelista, tendrá que superar el autor en obras posteriores" (23). El señalamiento era justo. En mi entusiasmo por querer presentar todas las facetas de un asunto, recurrí a las estructuras novelísticas del siglo XVIII, presentando mis ponderaciones personales, y a las técnicas del XIX, contando una historia continua y lineal, con un narrador omnisciente que lo sabe todo de los personajes, de la trama y de las circunstancias contadas.
En Toda la vida traté de romper con ese esquema. La historia no es continua, y el lector tiene que llenar los huecos entre capítulos, que presenta, cada uno, un episodio histórico distinto donde, de una manera directa o indirecta, participa el protagonista. Aún aparecen cientos de personajes, los episodios son lineales, exceptuando algunos flash-backs, y los presenta un narrador omnisciente.
En Serenata hago una propuesta técnica distinta que tomo, básicamente, de varios escritores. El flash-back en cursivas y con un margen diferenciado del resto de la narración, de John Steinbeck (1902-1968) en su novela The Pastures of Heaven, capítulo VIII (24). El inicio del capítulo en medio de una frase, de James A. Michener en The Novel, tercera parte (25). El uso de primera, segunda y tercera persona del narrador, de Vázquez Montalbán en Galíndez. La interrupción de la narración en el inicio de cada una de los once episodios con un monólogo del protagonista que yo defino como "fabulación" y que Fernando Cabrera llama "conversación subliminal" (26) lo hago con el propósito de romper definitivamente con la linearidad temporal. En el cuarto episodio recurro a la narración circular regresiva, de Alejo Carpentier; y en muchas de las "fabulaciones", al recurso de la intertextualidad. Incluyo constantemente el humor, muy raro en nuestra novelística. Lo hago a veces en una escena; otras veces, imbuido en la personalidad de un personaje. Recurro a un fluir sencillo en el manejo de las oraciones, que, como señaló Alanna Locward, son cortas ¡gracias a Dios! Los atisbos sobre historia se indican en el diálogo o en breves informaciones, y los personajes históricos aparecen como "el Maestro" (Hostos) y "el buen general" (Luperón). Ningún personaje ficticio con nombre tiene apellido, excepto uno, al que tuve que ponérselo por condiciones de la narración, y evito los nombres en los personajes secundarios. El lugar es un país en una isla antillana no identificada, aunque por breves descripciones que hago del ambiente es obvio, para el conocedor, que se trata de la República Dominicana.
Es un texto experimental, que deberá estudiarse con cuidado, pues produce efectos de gran sencillez y amenidad, apreciados por los lectores.

6. La valorización de la novela histórica.

La novela histórica ha evolucionado con el tiempo, igual que la novela como género, pero aún debe definirse mejor para que adquiera un valor de obra maestra o de arte. Mi apreciación es que debe recurrir a los mismos requerimientos que se hacen a las demás novelas, adjetivadas o a secas.
No sólo Vargas Llosa los propone. Milán Kundera, el gran patrocinador de la post-modernidad en la ficción literaria, en su ensayo Los testamentos traicionados (27) nos habla de los logros alcanzados por la literatura contemporánea y de otros aspectos más que él propone como condición para que ésta sea una obra de arte. Son los siguientes:
1. Incluir el humor (no confundirlo con el chiste), aquel del que Octavio Paz dice :"... y ésta es la clave para comprender la esencia del humor, que 'convierte en ambiguo todo lo que toca'". P. 13
2. Suspender el juicio moral: sólo así "pueden alcanzar su plenitud los personajes novelescos..." (p.15)
3. "Explorar histórica y psicológicamente los mitos, los textos sagrados... (para) volverlos profanos, profanarlos..." p. 16
4. Asomarse al "pozo del pasado. No como historiador para encontrar en él hechos en su desarrollo cronológico, sino para preguntarnos: ¿cuál es para un hombre la esencia concentrada" de su tierra nativa (de su patria)? p. 22
5. Asumir "La historia de la novela como venganza de la historia a secas". La primera "nació de la libertad del hombre, de sus creencias personales, de sus elecciones"; la segunda "se ha impuesto (al hombre) como una fuerza ajena sobre la que no tiene control alguno". p. 24
6. "Reconciliar la libertad (de estructuración de la novela) con las exigencias que la composición le plantea". En algunos casos, ordenar "en líneas que no están unidas ni por una acción común ni por los mismos personajes y con un carácter formal totalmente distinto". p.28
7. "Redefinir y ampliar la noción misma de la novela; oponerse a esa reducción realizada por la estética del siglo XIX; darle por sustento toda la experiencia histórica de la novela" p. 83
8. Aceptar "la eufórica irresponsabilidad de la imaginación, el placer de inventar, de sorprender, incluso de causar sorpresa o desconcierto gracias a una invención". p. 97
9. Rechazar "en una obra de arte una actitud (política, filosófica, religiosa, etc.), en lugar de encontrar en ella una intención de conocer, de comprender, de captar este o aquel aspecto de la realidad". p. 100
Estos criterios de Kundera pueden utilizarse al manejar una novela histórica. Estoy totalmente consciente de que el crítico europeo los propuso para un tipo de novela que repudia la histórica, y será paradójico que sean utilizados precisamente para renovarla. Yo entiendo la desesperación de Kundera al proponerlos. Los europeos acababan de pasar por la Segunda Guerra Mundial, una experiencia histórica tremenda. Checoslovaquia, su país, quedó indefensa frente a la agresión comunista. Cuando quiso independizarse, la sepultaron con tanques rusos. Pero esa experiencia no es menor que la nuestra bajo la dictadura de Trujillo, los tanques norteamericanos y el neotrujillismo balaguerista, ni la de los vietnamitas en su lucha contra los norteamericanos y el subdesarrollo... El mundo entero es asediado por los acontecimientos, no podemos ignorar su influencia en las acciones y reacciones individuales. Trasladar la literatura sólo al conflicto del individuo, como pretende la postmodernidad, donde la historia está solapada o ausente (28), es una limitación a la creación de novelas tan irritantes como las que pretendieron los autores del Nouveau Romans proponiendo que se escribiera tan sólo sobre lo percibido y se eliminara la descripción de los sentimientos (29).
Lo cierto es que la historia no puede ser ignorada. Ahí tenemos a Vargas Llosa escribiendo una novela sobre Trujillo. ¿Será innovadora? ¿Cuáles técnicas estará utilizando? ¿quién será el narrador? ¿desde qué plano narrará?
¿De qué manera manejará el autor su propuesta de que el escritor "escribe ciertos asuntos porque le ocurrieron ciertas cosas"? ¿Qué personaje inventará para externar sus experiencias y no la de los dominicanos?
A través de este personaje histórico, de este hombre, ¿podrá identificar "la esencia concentrada" de la tierra dominicana, como el dictador la percibió? ¿Tendremos a un Trujillo peruano o al paradigma del dictador latinoamericano? ¿Lo universalizará?
¿Cómo lo desacralizará?
¿Utilizará a Trujillo para criticar a Fujimori, o presentará al hombre kunderiano "en sus creencias, en sus elecciones", reconociendo que también los dictadores las tienen?
Con estos planteamientos propongo una discusión que logre sacudir las bases de la novela histórica dominicana. El escritor dominicano deberá, en lo adelante, no sentirse apabullado por los requerimientos postmodernistas y de otras tendencias, sino ponderarlos y determinar su posible aplicación al tipo de narrativa que quiera manejar, cual que sea. Si con narrador omnisciente, discursos morales, ensayos, descripción detallada de una batalla y continuidad en la trama León Tolstoy produjo La guerra y la paz, una obra maestra de la literatura (Kundera la llama "obra de arte") y la novela histórica más representativa de todos los tiempos, ¿por qué no se puede hacer otra obra de arte con los requerimientos actuales? ¿Por qué disminuir el género simplemente porque algunos escritores señeros tienen un trauma histórico?
¿Quién se atreve a hacer una novela histórica sobre Juan Pablo Duarte bajo estas condiciones?


NOTAS:
(1) Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. Vigésima primera edición, 1992. Editorial Espasa Calpe, S.A., Madrid.
(2) Pequeño Larousse Ilustrado. Editorial Larousse. 17, Rue de Montparnasse, París. 1969, 6a. tirada.
(3) Briosci, F., Di Girolamo, C., Introducción al estudio de la literatura. Barcelona, Editorial Ariel, S.A.3ra. Edición, 1996.
(4) El libro de Mijail Bajtín al que se hace referencia es: "Récit épique et roman (Méthodologie de l'analyse du roman)", ponencia leída e inédita, que aparece en Esthétique e roman , Gallimard, 1970, París.
(5) Moreiro, Julián, Cómo leer textos literarios, Madrid, Editorial EDAF, S.A. 1996.
(6) Vargas Llosa, Mario, "Predadores", Listín Diario, noviembre 1998.
(7) Vargas Llosa, Mario, Cartas a un joven novelista, Ariel/Planeta, 1997.
(8) Briosci, Ob. Cit. 3, p.239-240.
(9) Los 333 libros más famosos del mundo, Rep. de Panamá, Editorial América S.A., 1990.
(10) Briosci, Ob. Cit. 3, p 239
(11) Briosci, Ob. Cit. 3, p. 240.
(12) Palabras de José Alcántara Almánzar en la puesta en circulación de Tiempo para héroes, tetralogía de Manuel Salvador Gautier. Voluntariado del Museo de las Casas Reales. 14 de diciembre de 1993.
(13) Los 333 libros etc. Ob. Cit. 9.
(14) Almánzar, José Alcántara, Los escritores dominicanos y la cultura, Santo Domingo, R.D.,INTEC, 1990, p.156.
(15) Pedro Conde Sturla en ciclo de charlas La historia dominicana en su literatura. Centro Cultural de España. Marzo 1999.
(16) Collado, Miguel, Apuntes bibliográficos sobre la literatura dominicana, Santo Domingo, R.D., Biblioteca Nacional, 1993.
(17) Almánzar, Ob. Cit. 14. p.157.
(18) Pedro Vergés en una tertulia donde Natasha Sánchez, en 1994?.
(19) Gaureaux Piñeyro, Bonaparte, La muerte de Raquel Martínez, Santo Domingo., R.D., Editora Cañabrava, 1991.
(20) Gautreaux Piñeyro, Bonaparte, El viaje de don Enrique. Publicaciones de la UNPHU. 1993.
(21) ISLA ABIERTA #695, abril 1997. Manuel Salvador Gautier. Bienvenida y la noche.
(22) Mora Serrano Manuel, "La base de la Serenata de Manuel Salvador Gautier", El Siglo, 10 abril 1999, Opinión p. 11.
(23) Palabras etc. Ob. Cit. 12.
(24) The Portable Steinbeck, edited by Pascal Covici, New York, Jr.Penguin Book, 1976, Pps. 92-99.
(25) Michener, James A., The Novel, New York, Fawcett Crest, 1991, Pocket Books, Pps. 284-286.
(26) Cabrera, Fernando "Las fabulaciones melódicas de M. S. Gautier". Puesta en circulación de Serenata, 27 marzo 1999, Santiago de los Caballeros.
(27) Kundera, Milán, Los testamentos traicionados, Tusquets Editores, 1994.
(28) López Sacha, Francisco, "Curso de pensamiento y técnicas narrativas,. II Feria Internacional del Libro Santo Domingo '99, Notas de Manuel S. Gautier.
(29) López Sacha, Ob. Cit. 28.

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