Wednesday, September 22, 2010

19 La Mosca Soldado, de Marcio Veloz Maggiolo


Ídolo taíno

LAS INFINITAS POSIBILIDADES DE LA IMAGINACIÓN
Sobre las novelas Florbella (1986) y La Mosca Soldado (2006), de Marcio Veloz Maggiolo

Por Manuel Salvador Gautier

Puedo adivinar el estado de ánimo del escritor y antropólogo Marcio Veloz Maggiolo en 1973, poseedor de una historia que le latía entre las manos como una mariposa negra acorralada. Una mariposa que, según la superstición, trae un mensaje de aliento o desolación, de vida o muerte. Es una historia dormida en el vientre de una tierra donde aún se mueven en su superficie las mismas fuerzas primitivas que la provocaron, oculta a quien no tenga la preparación racionalista para apreciarla, indescifrable para quien se le aproxime despojado de irracionalidad. Sólo él, Veloz Maggiolo, tiene esas cualidades para lograrlo. En él se unen la sobriedad del científico y la excitación del fabulador, dos marcos superpuestos y contradictorios que lo acorralan, lo escarmientan, y al mismo tiempo lo incitan, lo sobrecogen. Para solucionar la disyuntiva, el autor de Florbella y La Mosca Soldado se inventa a sí mismo y crea un narrador que no es él (pero que podría serlo), a quien no le da nombre, y que sufre por él las consecuencias del desvarío. Las dos obras contienen una misma historia contada con un lapso de tiempo de unos veinte años, expuestas por un mismo narrador en primera persona.
La mariposa negra acorralada no tiene que justificar los atributos sobrenaturales que le endilga el hombre. Es insecto para el científico y el hombre común, y es mensaje funesto o afortunado para los supersticiosos. Acosado por interpretaciones del mundo que son propios sólo del hombre (llamadas “cosmovisiones” por Emmanuel Kant) (1), el narrador tiene que establecer una conexión entre la realidad y la imaginación, el presente y el pasado, la historia del hombre y la relación con su entorno, el raciocinio y la magia. Esta conexión o, mejor aún, esta desarticulación manifiesta que debe acoplarse, es la base de la historia que nos cuenta Veloz Maggiolo.
Según Sugel Michelén (2), articulista del Periódico El Caribe, “aunque existe una gran variedad de cosmovisiones, hay tres que prevalecen actualmente en el mundo occidental”. Habría que definir cuáles son los límites del mundo occidental de hoy; pero estoy seguro que está incluido el continente americano, donde nos encontramos. El articulista señala que las tres cosmovisiones predominantes son, por un lado “el teísmo judeocristiano, que afirma que Dios existe, que creó todas las cosas y que se ha revelado a través de Su creación y de Su Palabra”; el naturalismo, “una postura filosófica que afirma que todo cuanto existe debe ser explicado únicamente en términos de procesos naturales”; y el relativismo, “que niega que exista tal cosa como la verdad y el conocimiento objetivos; sólo tenemos opiniones que varían de una mente a otra, por lo que cada cual debe aprender a tolerar y respetar lo que otros consideran como verdad”. Estas tres cosmovisiones han surgido en épocas distintas y en ambientes diversos y se han desarrollado y mantenido para dar respuesta a la necesidades emocionales e intelectuales de una civilización que es dominante en el mundo. Pero, como todo lo que proviene del hombre emotivo, tienen un talón de Aquiles: todas las cosmovisiones deben partir de un aserto (como los que propone el señor Michelén para sus tres cosmovisiones); y todas fallan porque el hombre no puede afirmar verdades dogmáticas por conveniencias coyunturales, sólo puede acercárseles para sobrevivir (otro aserto, ¿desacertado, quizás?). El señor Michelén es pastor de la Iglesia Bautista Reformada y Calvinista, en la cual se profesa una religión basada en el apego a la Biblia en todas sus doctrinas, y quiere demostrar, a través de argumentaciones acuciosas sobre la legitimidad de estas visiones, que la válida es la suya, el teísmo judeocristiano. Ignora olímpicamente la visión que ha tenido mayor relevancia en la formación y definición de los criterios del mundo actual, el racionalismo, desarrollado en Europa a partir del siglo XVII, que requiere la comprobación materialista (Descartes, 1596-1650) y/o racional (Kant, 1724-1804) como demostración de una verdad. Por qué razón el señor Michelén no la considera una de las cosmovisiones dominantes en el mundo occidental es una cuestión de criterio, a discutir. Sin embargo, es fácil entender por qué relega las cosmovisiones mágico-religiosas de los habitantes de América, que suman varios millones de personas. Es la actitud que han mantenido al día de hoy los conquistadores del mundo provenientes de Europa (o sea, los creadores del mundo occidental).
En sus dos obras, Veloz Maggiolo navega precisamente entre estas dos cosmovisiones relegadas por el señor Michelén al montón de no dominantes.
No hay dudas que una de las tendencias literarias más extraordinarias desarrolladas en el mundo occidental durante el siglo XX es la de lo real maravilloso o del realismo mágico; y no hay dudas que ésta sólo podía producirse en sociedades que tuvieran una base mágico—religiosa como las que hay en el Sur de los Estados Unidos y en los países latinoamericanos, sociedades en las cuales prima un sincretismo religioso donde una de las cosmovisiones predominantes del señor Michelén tuvo que ceder ante los embates de varias de las cosmovisiones descartadas. El escritor norteamericano William Faulkner, el cubano Alejo Carpentier y el colombiano Gabriel García Márquez son los máximos exponentes de esta tendencia, desde su inicio hasta su apogeo. Esta tercera cosmovisión, la sincrética mágico-religiosa, también la recoge en su obra Veloz Maggiolo.
Entendemos entonces, que, al igual que el señor Michelén en su artículo, Veloz Maggiolo nos presenta en sus novelas Florbella y El Soldado Mosca tres cosmovisiones que se exponen sin argumentaciones, tomadas por lo que son: “percepciones del mundo” de grupos sociales que habitan o habitaron la tierra, y que podrían ser más si fuéramos puntillosos, pues la realidad es que la multiplicidad y el arrastre histórico de éstas son apabullantes. El drama en las obras proviene de la interacción entre estas tres cosmovisiones; la crisis resulta de su confrontación. ¿Cuál de éstas debe predominar? ¿Es obligatorio que predomine una? ¿Es el sincretismo la base de toda cosmovisión, sea predominante o no? Son preguntas que nos obliga a hacer el autor ante un dilema que él mismo no puede resolver. El señor Michelén no tiene ese problema.
La historia de ambas obras es relativamente simple. Un grupo interdisciplinario dirigido por un arqueólogo (el narrador) tiene la misión de excavar el yacimiento de un poblado indígena en una margen cerca de la boca del río Soco, en la provincia de San Pedro de Macorís. Se arma el campamento, se hace contacto con los residentes locales, se contratan algunos, y comienzan las excavaciones en el lugar escogido. Aparecen distintos estratos, indicadores de superposiciones de poblaciones que fueron asentándose allí con el tiempo. En los más bajos estratos se encuentran restos de los grupos indígenas más primitivos llamados “recolectores”, es decir, de los grupos que vivían de la caza, la pesca y la flora, sin domesticar a los animales ni cultivar las plantas. En los superiores, aparece la domesticación y el cultivo con indicaciones de que se trata de los grupos arawakos, llamados taínos en nuestra isla, provenientes del río Orinoco en Venezuela, que habitaban la región cuando llegaron los españoles. Todo previsible hasta ese momento. El hallazgo que creará un impacto extraordinario en el narrador es el de un esqueleto de mujer en forma supina o fetal, con un brazo doblado, levantado hasta la cabeza como para protegerse, y con la boca abierta como si tratara de respirar a bocanadas o como si gritara a todo pulmón, indicativo de que fue enterrada viva. A su lado, aparece una vasija con dibujos no usuales que contiene los huesos de un niño recién nacido y de restos de polen de distintas plantas; cerca de lo huesos de la mujer hay una ocarina de barro. El conjunto de expertos considera que este enterramiento identificado como del siglo X responde al ritual de un sacrificio humano no atribuible a los taínos que vinieron a la isla, ya que de este grupo indígena sólo se conocía el sacrificio humano llamado Athebeanenequen, en el que las esposas del cacique eran enterradas vivas junto con el marido. Las investigaciones científicas continúan, y se puede determinar que la mujer es una joven de diecisiete años; no ha tenido hijos, y fue criada con esmero, dándosele mayores atenciones que al resto de la comunidad, sobre todo en su alimentación. Los polen en la vasija se analizan y se identifican varias plantas comunes en los alrededores, algunas de adorno; hay una llamada guáyiga que atrae la atención de los investigadores, pues se presume que es venenosa. Eventualmente se sabrá que el tubérculo de la guáyiga era utilizado en esa región como comida principal en sustitución de la yuca; que su uso como condimento comenzó con los indios recolectores, los cuales dejaban la raíz a medio asar y su ingestión producía malestares; que con la llegada de los taínos se aplicó a la producción de guáyiga el método de la yuca, que se raspa y se deja podrir al sol para sacarle los jugos venenosos, y que en este proceso la guáyiga era depositaria de las larvas de la mosca soldado y se convertía en un alimento completo, con proteínas y carbohidratos, razón por la cual los taínos de ese lado de la isla eran de mayor tamaño que los demás. Se propone, además, que dada la importancia que tenía esta planta para su supervivencia, los primitivos utilizaban el diseño de su hoja como base de los dibujos que aplicaban a los objetos que construían, atribuyéndoles influjos mágicos de protección. También se sabrá que en algunas regiones de América Central había grupos indígenas que ofrendaban a sus dioses una doncella virgen para obtener buenas cosechas y sacrificaban a un gemelo neonato, el más débil, para propiciar la bondad de éstos. Todo lo cual implicaba que, con la adopción de la guáyiga como nuevo alimento, la tribu taína consideró imprescindible la creación de una diosa o espíritu protector que propiciara la producción de la planta, y, para ello, recurrió al ritual del sacrificio humano; que una doncella fue escogida desde su nacimiento para ser sacrificada y un gemelo seleccionado para que la acompañara, y que la doncella se convirtió en una deidad adorada por la comunidad durante generaciones.
Alrededor de este recuento con visos estrictamente arqueológicos y etnológicos, y con hipótesis y comprobaciones estrictamente científicas, el autor teje una historia de desconciertos y nos envuelve en la magia de su estro.
Los desconciertos comienzan con la contraposición de las tres cosmovisiones.
La primera: la cosmovisión racionalista. Un conjunto de especialistas en arqueología llega al sitio de un yacimiento indígena dispuesto a aplicar las normas y las técnicas que conoce para realizar una excavación intachable. Estos profesionales son el producto de mentalidades que, apoyados en la ciencia, llevarán la comprobación de las hipótesis por medio de procesos químicos o físicos, que van desde el reconocimiento del sujeto por sus huellas digitales desarrollado durante siglo XIX, hasta el análisis de su A D N y la medida del tiempo con carbono, del siglo XX. El arqueólogo que lo dirige ha hecho una evaluación del personal bajo su mando y asigna a cada uno la labor que éste puede realizar. El grupo trabaja organizadamente realizando las primeras hipótesis sobre aspectos arqueológicos, a las cuales añade algunas de carácter etnológico. El director realiza apuntes minuciosos que deberán servir para un informe final en el que se presentará al mundo los hallazgos arqueológicos del sitio, habitado por tribus ya desaparecidas. En su recuento de esta situación, el narrador siente la necesidad de ambientar al lector, y describe el paisaje con exquisita lucidez. Cuando presenta el poblado de la localidad dice (3): “El actual poblado se yergue sobre los restos arqueológicos de lo que serían los primeros asentamientos. Los pisos de las actuales viviendas, si se perforan, permiten la extracción de ceniza, restos de concha, y osamentas humanas. El hombre suplanta al hombre. La vida suplanta a la vida”. El presente y el pasado se superponen; uno fluye en el otro. Es la primera noción de un estado emocional del narrador que, eventualmente, lo llevará a la confrontación con su formación racionalista. El narrador se apoyará en los métodos científicos señalados, pero apelará a lo sobrenatural para resolver el dilema de la perseverancia humana y se hundirá en esa cosmovisión mágico-religiosa que no quiere ser reconocida por la civilización occidental como una de las más potentes fuerzas que atora a la humanidad y que, especialmente en el Caribe, envuelve al más cauto. El narrador se hará vulnerable y se abrirá a lo contrario de lo que supuestamente cree.
La segunda: la cosmovisión sincrética mágico-religiosa. En un poblado de pescadores que ocupa parte del sitio arqueológico vive un grupo social con creencias y disposiciones que van de lo mágico-religioso a lo real maravilloso. Los personajes locales representan distintos tipos de actitudes. La mayoría son supersticiosos, creyentes de seres y espíritus que vagan por los alrededores. Creen en las Marimantas y en las opias. Las primeras son seres o fuerzas blancas provenientes de los conquistadores españoles; las segundas, espíritus mágicos que se presentan en forma humana, sin ombligo. Son seguidores del houngán local y participan en ceremonias vudú. Una mujer usa ensalmos para espantar los mosquitos. Un niño enfermizo, semi-paralítico (el gemelo llamado Damián) hace los enunciados del mito (oye una voz y dice que es una “princesa” que canta); después de oír la flauta mítica entre las brumas del Soco, predice una temporada de lluvias. Un hombre tiene relaciones sexuales con una puerca que actúa como una persona. Un anciano, manco por una mordida de tiburón, no acepta como suya una pierna que ha aparecido en el vientre de un escualo y que todos aseguran que es la de él. La puerca, eventualmente, toma la pierna y la tira al mar. Esta ambientación del sincretismo mágico-religioso y de lo real maravilloso no se queda en lo humano; también la fauna y flora responden a ella: hay un árbol llamado “La Conquistada” que las gaviotas abandonan acosadas por murciélagos pescadores, un hecho que borda en lo inexplicable.

Dibujo inspirado en magia taína

La tercera: la cosmovisión primitiva. En un poblado de indios taínos del siglo X se aplica un ritual antiguo de supervivencia y una doncella de diecisiete años es enterrada viva, sacrificada para convertirla en un espíritu protector de la cosecha de guáyiga, acompañada de un neonato gemelo que servirá para obtener el favor de los dioses. A la joven sacrificada se le llama “princesa”, aunque no existía tal jerarquía entre las tribus taínas; de esta manera se proyecta su nobleza para equipararla a la de las principales sociedades de Europa, y engrandecerla. Según la imagina el narrador, debió ser muy bella. Pequeña. De cuerpo armonioso. De gestos sutiles. El narrador se enamora de la imagen que recrea de ella, y acaricia sus huesos evocando la mujer de carne que existió; su embeleso lo lleva al paroxismo y enfrenta a puños a un obrero que, en estado de embriaguez, se tira sobre el esqueleto y hace gestos obscenos, imitando un orgasmo. Se recrea el mito de un grupo humano hermoso, sano, organizado socialmente con disposiciones y creencias primitivas, que existió bajo condiciones precarias y que, para sobrevivir, supo adaptarse a su medio ambiente y asimilar costumbres que encontró en otro grupo más primitivo, recurriendo al sacrificio humano para retribuir a los dioses y crear un espíritu propiciador que los protegiera.
El autor usa la ocarina como hilo conductor para entremezclar las tres cosmovisiones. El narrador oye una música lejana; pone conciertos de flauta de Mozart para recrear la voz musical que se ha creado de la princesa; la esposa toca la flauta. El gemelo enfermizo también toca la flauta; eventualmente usará la ocarina de barro encontrada en el enterramiento arqueológico. La joven sacrificada suena la ocarina como parte de su formación para ser espíritu propiciador. Dice el narrador oyendo al gemelo tocar la ocarina (4): “Aunque no creíamos en seres y en espíritus, una especie de sopor nos invadía con sólo pensar en el prodigio de sonido que era una ocarina sonando maravillosamente 1000 años después”.

Haciendo los alimentos de tubérculos: yuca o guáyiga

La historia de desconciertos sigue.
Para desarrollar su trama, el autor utiliza la técnica de la novela detectivesca de suspenso. Los pormenores de los hallazgos arqueológicos se irán revelando por episodios. Paso a paso se presentarán los rasgos de la tribu indígena y los detalles sobre el rito del sacrificio humano de la doncella y el gemelo. La primera hipótesis sobre la pareja sacrificada es que son madre e hijo. Luego se determina que la doncella no había tenido hijos (el peso del feto en la mujer crea fisuras casi invisibles en los huesos del fémur). Mucho después se conoce que, en tribus de América Central similares a los arawakos, se sacrificaban doncellas y gemelos neonatos para propiciar las cosechas, y que debió haber contactos entre estos y los grupos indígenas que se asentaron en la isla durante el siglo X. Todas estas revelaciones, y otras más sobre la guáyiga y los habitantes locales, vienen envueltas en misterios, actos sobrenaturales, suposiciones emotivas y enfrentamientos culturales. El autor demuestra ser tan ducho como un Conan Doyle o una Agatha Christie en el desarrollo de su trama; pero con un manejo poético al que estos grandes escritores ingleses nunca siquiera aspiraron.
El desconcierto mayor ocurre cuando el narrador decide bautizar los huesos de la princesa bajo el rito católico (un sacerdote local se presta al hecho), y, eventualmente, cuando muere el gemelo enfermizo (ya también bautizado), a enterrarlo en el mismo sitio donde estuvieron los huesos de la doncella y el gemelo taínos sacrificados. Luego se revelará que, junto al gemelo, el narrador también se propone enterrar los huesos de una mujer con rasgos corporales idénticos al que éste supone tuvo la doncella taína. Se trata de una prostituta del siglo XX, también de diecisiete años, que fue asesinada por asfixia, igual que la doncella taína. Es la simulación de un ritual de sacrificio humano en el mundo postmoderno para recordarnos que diez siglos después la humanidad sigue igual, un planteamiento filosófico que el narrador propone de la siguiente manera (5): “Muchas realidades del pasado se repiten en el hoy. Existe, y ahora lo creo, una historia vieja que se prolonga y continúa solapadamente en el presente. Debajo de cualquier presente hay un presente paralelo”. El narrador tiene bien definido el concepto étnico de le evolución y el desarrollo: los que nos consideramos civilizados fuimos una vez primitivos; guardamos en nuestro interior la semilla del salvajismo, que puede brotar en cualquier momento.
Pertenecemos a un momento literario en el que se requiere que el final de una narración sea sorprendente o inesperado. El autor culmina su relato con ese paralelismo entre la doncella virgen del siglo X, sacrificada en un ritual para propiciar la supervivencia de la comunidad, y la prostituta del siglo XX, asesinada para evitar que tuviera el hijo de un alto dignatario. Es la deconstrucción; es el momento en que los valores no tienen significado o se interpretan a conveniencia; en que una puta podría ser una virgen y una virgen, una puta; es decir, la puta tener alma virginal y la virgen, corazón tortuoso. La profanación al mito la comete primero un obrero ordinario, simulando tener un acto sexual con la “princesa”; pero también lo hace el autor al equiparar una puta con una virgen. Después de crear el mito, en el que el autor sublima el valor de un sacrificio humano para propiciar la supervivencia de la comunidad, lo desacraliza comparando este sacrificio con el de una ramera asesinada vulgarmente. Se logra el propósito. El lector queda sorprendido y abrumado. Quiere encontrar algún tipo de moraleja en el hecho; pero no la hay; sólo hay despojo y mutilación moral.
En un encuentro del Ateneo Insular (6), Veloz Maggiolo explicó a los miembros de esa institución (a la cual pertenezco), que su novela La Mosca Soldado, escogida por Ediciones Siruela para participar en un concurso de once casas editoriales en el que se premia la mejor novela de 2004, era una derivación o ampliación de su otra novela Florbella (Aqrueonovela), publicada en 1986, que yo había leído. A partir de ese momento sentí una gran curiosidad por determinar de qué manera un autor maneja la misma historia dos veces. Adquirí La Mosca Soldado y me dispuse a estudiar el fenómeno, que no es común, aunque entiendo que hay varios precedentes. No sé si hice bien. Lo cierto es que hay más aspectos que comentar sobre la historia relatada por el autor, idénticos en ambas novelas, que en la comparación de una novela con la otra.
La diferencia básica entre las dos novelas estriba en el hecho de que una, Florbella, es una historia compacta, realista en su desarrollo, consecuencia de una experiencia que se mantiene a flor de piel, contada inmediatamente después de los sucesos que la provocaron; mientras que la otra, La Mosca Soldado, se extiende sobre los aspectos mágicos de la historia y es nostálgica; se escribe unos veinte años después de los hechos; tiene un mayor alcance poético; las imágenes estéticas se suceden una tras otra como vibraciones en las cuerdas de una guitarra.
La técnica de narración es distinta en ambas. En la primera se va directamente a los hechos. El narrador en primera persona comienza con la preparación del sitio arqueológico para su excavación y continúa linealmente hasta crear el paralelismo de la mujer del siglo X y la del siglo XX, sacrificadas en situaciones similares. En cambio, en la segunda el narrador hace una introducción amplísima antes de comenzar a describir los hechos y no mantiene la linealidad de la historia. Son las mismas técnicas que utilizó Homero en La Ilíada y La Odisea, que permanecen en el tiempo como los mundos paralelos del narrador.
Hay otro aspecto que se evidencia en la técnica utilizada. En la primera el narrador establece un diálogo con el lector, sin intermediarios. Sus actitudes, sus emociones, las vuelca sin miramientos sobre éste, que las asimila sin protección alguna y tiene que sobrevivirlas. En la segunda, el narrador realiza el diálogo con otro personaje de la narración, y el lector tiene un respiro para apreciar con mayor distancia los planteamientos presentados y convertirse en un juez de la propuesta filosófica que subyace en estos.
Para acentuar la diferencia entre las dos novelas, los nombres de la mayoría de los personajes cambian; sólo permanecen los de los personajes básicos. Los mantendrán los miembros de la familia de pescadores que son la representación del pueblo supersticioso y del mito: Juan y Romilia, los padres de Cosme y Damián, los gemelos; Gúmer, el sacerdote liberal que acepta encabezar rituales extraños, y algunos otros. En La Mosca Soldado hay nuevos personajes o los mismos son ampliados (el gemelo Cosme, el de la buena salud, es tratado con mayor consideración). También se dan nuevas situaciones que contribuyen al esclarecimiento de los hechos, como la visita a la Cueva de las Maravillas y al guayabal de las opias.
Ambas novelas son hermosas, bien escritas, están arraigadas en un presente que quiere ser pasado y futuro a la vez. Veloz Maggiolo es Premio Nacional de Literatura y Académico de la Lengua, por lo cual debemos esperar un uso diestro, casi perfecto del lenguaje. Aún así nos sorprende y deleita la riqueza y diafanidad de su prosa.
Para completar estos comentarios les hablaré de la imaginación.
La imaginación es un personaje en estas dos obras.
Aparece con fuerza cuando los expertos deciden que los indicios arqueológicos encontrados apuntaban al de un enterramiento ritual, y el narrador decide que este cuadro, producto de un análisis racional, se completaba (7) “con un hecho inexplicable: un semi-paralítico que oía músicas lejanas, voces de Princesas y que era capaz de hacer sonar, como en su época, un instrumento varias veces centenario… A partir de este momento me pareció que la realidad era Damián, y que la arqueología era la fantasía. Mi mundo lógico comenzó a resquebrajarse…”. El narrador se entrega a la imaginación. Se enamorará de la princesa y la acariciará, como si existiera en la realidad. Dirá sobre la dentadura de la doncella (8): “Podíamos cubrir con la imaginación esa dentadura y llevarla al grado de sonrisa, tal vez al grado de risa completa, pero no de carcajada, todo era cuestión de activar amorosamente la imaginación”. Después de imaginarla en la selva amazónica, en las cortes italianas del siglo XVI entre Borgias y Farnesios, o vestida de monja medieval en la Plaza Mayor de Madrid; de reconstruirla en las luchas del Caribe, entre las mujeres que ayudaban las tropas revolucionarias como una Juana Saltitopa; de soñarla en un barco pirata; llegará a decir (8): “Podía enarbolar su rostro en cada época; era el mismo, pequeño, ovalado, suave. Podía sentir su aliento en cada época, tibio, trazado por un viento solar que lo llenaba de luz sedosa, como la que se refleja en la gota de agua sobre la telaraña de la selva. Sabía que sólo la poesía podía salvarla del olvido…”. Tratará las creencias que forman el cuerpo mágico-religioso de los habitantes locales (9): “¿Sabes por qué las mariposas se posaban sobre el hombro izquierdo de los niños?, pues porque en el hombro derecho habita, según Feltrudis, el ángel de la guarda…”. Hablará de los elementos virtuales que le son propios al producto final (10): “...Un fragmento de vasija contiene el sudor de un hombre del siglo X, contiene el momento en que una niña de ocho o diez años encendió el fuego para quemar la cerámica, contiene la arena del río que fue usada para reforzar la masa de barro y por lo tanto refleja la caminata del poblado para traer la arena… Todo movimiento de la mente o del cuerpo tiene dentro un mensaje…”. Introduce el concepto de la memoria vicaria, la memoria que tiene el poder y la facultad en el tiempo, el espacio y la materia, para sustituirse a sí misma hasta transformarse en una realidad variable (11): “Si viajara ahora a El Soco y me entrevistara con los pocos sobrevivientes de aquella época, tendría informaciones que, sin dudas, serían importantes para enriquecer estas notas. Tendría, de seguro que lidiar con las versiones del presente, porque el pasado se habría ido transformando según transcurrieron los años…”.
La conclusión es evidente. La propuesta subyacente de ambas obras es un viaje encantado por las infinitas posibilidades de la imaginación.


NOTAS

(1) Kant, Emmanuel. El concepto aparece en su obra Crítica del juicio publicada en 1970. La palabra alemana utilizada fue Weltanschauung que podría ser traducida como “perspectiva del mundo”.
(2) Michelén, Sugel. “Cosmovisiones en pugna”. Periódico El Caribe. 2 de octubre de 2005.
(3) Veloz Maggiolo, Marcio. Florbella (Arqueonovela). Ediciones Taller. Santo Domingo, República Dominicana. 1986. Pp. 10-11.
(4) Veloz Maggiolo, Marcio. Obra citada (3). P. 34.
(5) Veloz Maggiolo, Marcio. La Mosca Soldado. Ediciones Siruela. España. 2da. Edición. 2005. P. 72.
(6) Encuentro del Ateneo Insular en Moca, marzo 28 y 29 de 2005.
(7) Veloz Maggiolo, Marcio. Obra citada (3) P.36.
(8) Veloz Maggiolo, Marcio. Obra citada (5) Pp. 158,-159.
(9) Veloz Maggiolo, Marcio. Obra citada (5) P. 34.
(10)Veloz Maggiolo, Marcio. Obra citada (5) P. 190.
(11) Veloz Maggiolo, Marcio. Obra citada (5).

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