Tuesday, September 21, 2010

01 Toda la vida, de Manuel Salvador Gautier


COMENTARIO SOBRE TODA LA VIDA

A Clodomiro Moquete, Director:
En el No. 18 Año III de VETAS (1996) salió un artículo sobre mi novela TODA LA VIDA titulado: críticas "Abre la palabra: Antes de que lea Toda la vida”, de Valentina Sandoval. Anexo le presento mis comentarios sobre este artículo de crítica literaria que me pareció muy interesante. Espero lo publique en una próxima edición de VETAS.

Publicado en VETAS
Publicado en Gautier visto por Gautier, de Manuel Salvador Gautier
Editorial Santuario. Santo Domingo, República Dominicana, 2010. Pps. 23-26

Por Manuel Salvador Gautier

Tengo que admitirlo. TODA LA VIDA no es una novela histórica. Las argumentaciones de Valentina Sandoval en "críticas" de VETAS, Año III, No.18, son pertinentes. TODA LA VIDA trata sobre acontecimientos históricos; pero no es una novela histórica. Es una novela política. Quizás, dentro de algunas décadas, se convierta en novela histórica y, entonces, si es indicado, habrá que ver si puede compararse con Bomarzo de Mugica Lainez o con Las memorias de Adriano de Margarita Yourcenar.
Que yo haya utilizado una novela para hacer planteamientos políticos es mi potestad. No soy ensayista; precisamente, uno de los señalamientos que se me han hecho es lo directo de mi prosa, que no hurga en las interioridades del pensamiento. No soy historiador; otro de los señalamientos que se me han hecho es que manipulo algunos escenarios históricos para lograr mayor dramatismo. No soy poeta; otro más de los señalamientos que se me han hecho es que evito la metáfora, la rehuyo.
De acuerdo con Valentina Sandoval, tampoco soy novelista. ¿Qué soy, entonces? Soy sólo un intelectual, partícipe de acontecimientos continuos que han golpeado y modifican mi vida de una manera constante, y que han hecho y hacen lo mismo con todos los hombres y mujeres de nuestro país, desde los más humildes hasta los más encumbrados. Soy un intelectual que sé escribir, que sé llevar una historia, una trama, que construyó personajes con su propia psicología y establezco diálogos entre ellos con gran fluidez, que me he introducido en el mundo literario de sopetón, para asombro de muchos, y he ganado lauros como el Premio Anual de Novela de 1993, por la tetralogía TIEMPO PARA HÉROES.
Pero vayamos al grano. No es verdad que se puede escribir una novela dominicana sin involucrarse en los hechos políticos que han dominado nuestro país en todos los tiempos. Se puede escribir poesía. De hecho, la mayoría de los poetas actuales lo hacen. Se pueden escribir ensayos. A cada rato leo en la prensa artículos de fondo sobre la protección al medio ambiente y otros tópicos de interés. Se puede escribir historia. Nuestros historiadores han logrado contar una historia de subterfugios, que evita los escollos de la censura del autoritarismo rampante.
Como resultado de todo esto, las nuevas generaciones dominicanas confunden a Trujillo con Duarte.
He leído muchas de las novelas dominicanas que han publicado en los últimos dos años, y todas, de alguna manera, se involucran en el hecho político. Hasta las que parecen menos políticas. Desde La brega de Frank Núñez (que muestra cómo el autoritarismo influye en los desamparados), El crimen verde de Emilia Pereyra (que involucra a políticos que se sienten impunes, por la protección que les da el autoritarismo), La catedral de la libido de Avelino Stanley (donde, en un momento dado, se presenta la no institucionalización que promueve el autoritarismo), hasta Distinguida señora de Carmen Imbert (que toca la corrupción sexual como parte de la corrupción generalizada, aupada por el autoritarismo), sin dejar a un lado los dos éxitos literarios de los últimos tiempos, Los que falsificaron la firma de Dios de Viriato Sención (que penetra en la interioridad misma del autoritarismo) y En el tiempo de las mariposas de Julia Alvarez (aunque se pretenda que cuenta tan sólo la historia de todos los días de las heroínas, sacrificadas por el autoritarismo).
¿Por qué este fenómeno?
Porque el Estado dominicano ha sido un interventor omnipresente en todas las instancias, determinando a quién va la riqueza, a quién no, cómo se manipula la moral, cómo se interpreta la ética; y esto lo ha hecho y lo hace con un sentido autoritario, en ocasiones, despótico, que involucra a todos y que no da respiro, obligando a actuar de acuerdo a sus requerimientos.
TODA LA VIDA presenta el fracaso de una generación en lograr suplantar el autoritarismo. Si al leer la novela, Valentina Sandoval no se dio cuenta de esto, perdió su esencia.
Para presentar este fracaso, tomé ocho instancias históricas en la que el autoritarismo desencadenó sus fuerzas y doblegó a aquellas que se le oponían. Emplazo la novela desde esta perspectiva intermitente. El capítulo sobre la creación del Partido Socialista Popular y de la Juventud Democrática, de oposición a la tiranía de Trujillo, no se presenta para explicar lo que éstos hicieron y lograron, como hace la historiografía, sino para demostrar su fracaso, y cómo lo sufrieron los que se involucraron en esos hechos. El capítulo sobre la Guerra de Abril no se incluye para dar detalles históricos de los primeros cinco días del movimiento constitucionalista, sino para expresar los sentimientos y afanes de los que entendieron, en ese momento, que valía la pena morir por esa causa. El capítulo sobre la corrupción en una institución del Estado no se pone como una anécdota más sobre ese mal, sino para demostrar cuáles eran las expectativas de ese momento, por qué no se cumplieron y cómo afectó a los que aspiraban a que hubiera cambios que no se dieron.
Concomitantemente, creé un personaje de mi clase social, que no es un héroe. Este personaje vive su vida, nutrido por su cultura, educado en una doble moral, donde se le orienta hacia la acumulación de la riqueza como meta para que sea feliz y mantenga su posición (materialismo), pero donde, al mismo tiempo, se le estimula a resentir la frustración que produce el despotismo al coartar la libertad del individuo (idealismo). Este personaje, de personalidad débil, se deja arrastrar por los acontecimientos, que lo llevan tanto a la meta materialista señalada, como a la imposibilidad de implantar sus ideales democráticos dentro de esa meta.
Entiendo por qué Valentina Sandoval considera este personaje "carente de fuerza psicológica". No se trata de un emperador romano (Adriano) que se complace en filosofar sobre sus depredaciones, ni de un príncipe italiano (Bomarzo) que construye monstruos de piedra en los jardines de su palacio para que lo inspiren en sus perversiones. Este personaje es un tipo cualquiera que lucha, precisamente, contra esos males representados por los personajes históricos que señala Valentina Sandoval. Es, a la larga, un tipo que tiene que conformarse con su destino, que se hace rico dentro de los parámetros que le permite su némesis, para así cumplir, finalmente, con los requerimientos que le han impuesto, y que termina deseando que otros hagan lo que él no pudo hacer.

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