Tuesday, September 21, 2010

03 He olvidado tu nombre, de Martha Rivera



TROPEZANDO CON ESPEJOS
Sobre la novela He olvidado tu nombre, de Martha Rivera
Ganadora del Premio de Novela Casa de Teatro

Ateneo insular, 1997
Publicado en “Isla Abierta” del periódico HOY

Por Manuel Salvador Gautier

En el devenir de los tiempos el reflejo del hombre y la mujer sobre una superficie ha sido estímulo permanente para la imaginación. En la antigüedad encontramos las pinturas egipcias de las pirámides con las bellas doncellas de perfil que se contemplan en un espejo, supuestamente, mientras se arreglan y embellecen, aunque la pose podría tener otro significado que nos escapa, como el de mirar su propia imagen penetrando un espacio en la búsqueda de una travesía trascendental, en consonancia con las creencias de una civilización que retornaba a la vida después de la muerte. Un caso más preciso es el del deiforme griego Narciso, hijo de un río y una ninfa, enamorado de su propia imagen que vio con asombro y placer en las aguas de una fuente, "en el fondo de la cual se precipitó" (1). La muerte, pues, persigue desde milenios a los que se deleitan en admirarse con demasiada intensidad.
Con mucha calidad imaginativa y literaria, están los espejos y laberintos de Jorge Luis Borges, donde el hombre y la mujer se encuentran y se pierden, en un intercambio entre la duda y la certeza, la aceptación y la negación, la virtud y el pecado, en definitiva, entre todos los opuestos que se han manejado y se manejan en la consagración del comportamiento humano. En Borges, lo material e inmaterial se mantienen intactos y, al mismo tiempo, se destruyen, transformándose en secuencias temporales y eternas, encontrándose sin encontrarse. El espejo es una puerta a un incógnito concebible, a un laberinto donde perderse es, finalmente, existir.
Martha Rivera responde a esa deconstrucción borgiana. No podemos viajar en las páginas sensuales y estremecedoras de su narrativa sin percatarnos de esa substancia que subyace suspendida, en acecho, como el veneno en una serpiente.

La mujer de la sonrisa amable venía por la acera hablando con amigos y amigas. La vi, volví la cabeza y me di contra los espejos que forraban la columna delante de mí. Salíamos de la puesta en circulación de la novela de Martha Rivera y el bullicio de la Feria del Libro nos rodeaba.

Hay dos mujeres que narran la historia en primera persona.
"La veía a ella y me di cuenta de que yo tenía que escribir su historia. Ese fue el tránsito hacia la novela. No fue una disposición, no fue un proyecto como tal, no fue que me dije que dejaría de hacer poesía y comenzar a narrar. No. Fue ella, y ella como personaje se me impuso más que nadie" (2). Martha Rivera la trata en singular. No hay dos personajes de mujer, hay uno sólo: ella, pero, ¿cuál es ella: la protectora, cuidadosa, organizada, o la desenfadada, dispendiosa, incontrolable? ¿Cuál es la ella real y cuál la imaginaria? ¿Quién refleja a cuál? ¡Ah, las contradicciones de carácter en la inefabilidad del ser!
Pero veamos. Hay siempre una disposición en el temperamento humano de proteger al más desvalido, de amar al menos favorecido. Es la actitud de una de las mujeres hacia la otra. Pero, ¿cuál de las dos es la débil? ¿La severa, la incorrompible, la virtuosa, o la audaz, la drogadicta, la no-conformista?
La narrativa es un truco del acontecer. Manipulamos las palabras para contar. Decimos tan sólo lo que queremos para guiar al lector por las complejidades que nunca simplificamos, pero que hacemos atractivas como píldoras doradas. Martha Rivera ha hecho un ejercicio de choque entre actitudes que articula en las dos versiones del suceso vistas desde la perspectiva de cada una de las mujeres y en función de sus temperamentos, deseos, pasiones. La ella juiciosa produce una narración creíble, racional, ajustada a un comportamiento que responde a la dignidad de la persona. La ella desquiciada dice obscenidades, se droga, va y viene por esos mundos con la indiferencia de quien la vida no tiene significado, en un existencialismo sin objetivos que la despersonifica, hasta llegar a destruir en sus entrañas el ser que la podía reivindicar. Es en ese momento cuando la novela de Martha Rivera asume su dimensión más humana, mantenida durante el resto de la obra como una fruta que se precipitará al abismo arrastrando todo consigo.
Se crea la posibilidad de la salvación a través del sufrimiento. Se enfrenta el "pecado" con el "pudor" en un intento de organización de la vida que pueda vivirse. Pero la relación entre las dos mujeres que cuentan la historia permanece igual. Una es "buena", la otra es "mala".
¿Son una el reflejo desfigurado de la otra? ¿Son complementarias en un mundo que ha perdido las referencias, donde no se sabe quién domina, donde los sentidos se pierden en una borrasca de intrascendencias? ¿Tenemos aquí una versión femenina del bueno y el malo, del hermoso y el feo o, más dieciochesco aún, de un retrato de Dorian Gray que oculta los vicios y presenta tan sólo la belleza del ser humano, para caer, al final, en la autodestrucción? En la obra de Oscar Wilde, como en la de Martha Rivera, no se oculta la pasión destructora y viciosa del protagonista ni se disimulan los requebramientos de la sociedad en que se desenvuelve. La única diferencia, quizás, es que en Wilde hay una intención de crítica de la sociedad de fin de siglo XIX que no aparece en Rivera, porque en la sociedad de fin de siglo XX no hay utopías que presentar como alternativas. Es una de los temas más desesperantes de la novela He olvidado tu nombre. La protagonista no tiene adónde aferrarse. Trata. Llega inclusive a transformarse y pasar por una experiencia de señora de casa, que vive la vida de la burguesía intelectual, con un esposo que la presenta a los amigos como otra adquisición más de su colección de obras de arte.

La mujer de la sonrisa amable me había reconocido. Sonrió y saludó. ¿Cómo estás?, me preguntó. Yo aún no me recuperaba del modo de desaparición de la estructura contra la que choqué. La miré turbado, sabiendo que ella no tenía nada que ver con mi descompostura, pero sospechando lo contrario. ¿Qué efecto maldito tienen los espejos?

Toni Capellán, que se autodefine como de la "generación" de artistas plásticos de los 80, asegura que Junot Díaz y Martha Rivera introducen la contemporaneidad en la literatura dominicana (3), supuestamente porque los temas que desarrollan tratan sobre los sucesos que se viven en los 70, 80 y 90. Para estas décadas, en la imaginación de la juventud, ya no hay Trujillo. El ¡basta ya! de Viriato Fiallo para propiciar la deposición de la tiranía se convierte en un ¡está bueno ya! al análisis y recordatorio de esta. Lo que sucede no es consecuencia de lo que impone el poder; la intervención norteamericana durante la guerra de abril se acepta como algo que fue y que aburre. La juventud en general se enquilosa en drogas, música norteamericana y sexo. La de la clase alta hace carreras mortíferas en máquinas costosas por las avenidas de la ciudad. La de la clase media persigue viajes al extranjero con becas o financiamiento a largo plazo. La de la clase baja se ahoga en el Canal de la Mona. Como no hay cuestionamientos ni utopías, todas asumen que así es porque es y no hay nada qué hacer. ¿Es esa la contemporaneidad y nada más esa la que debemos reconocer y tratar? ¿Anulamos las referencias, los ejemplos del pasado, los orígenes de la identidad y las causas del presente? ¿Anulamos otras contemporaneidades? ¡Ah, las dudas sobre el significado de las artes y la literatura!
Quizás esté prejuiciado por mi edad ¿avanzada? (la primera vez que un niño de siete años me llamó "viejo" yo creía que se refería a otro). Para mí, la contemporaneidad no es el privilegio de la juventud ni de las décadas; está en la expresión de los que conviven un mismo tiempo en transformación y contribuyen a transformarlo. En nuestra contemporaneidad no hay dogmas. Si Toni Capellán pretende que la única manera de hacer literatura contemporánea es escribiendo sobre la actualidad, entonces él no es contemporáneo. Se quedó en los 80. En nuestra época post-racionalista después del postmodernismo y la deconstrucción, de lo poco que se está seguro en las artes plásticas y la literatura es que no existe una sola manera de expresarse, que no hay un momento, ni un espacio, ni una estructura que sea la más adecuada, que no pueden darse fórmulas ni establecer categorías. Los que hacemos arte nadamos en la seguridad de nuestro talento y en la inseguridad de su comprensión. Sabemos que hay, sí, expresiones sobresalientes a asimilar y admirar por los efectos existenciales que tienen en los demás y en sí mismo, en una renovación constante que puede ahogase en su propia temporalidad.
Martha Rivera es contemporánea, no porque escribe sobre las aflicciones y virtudes de las décadas recientes, sino porque lo que escribe trasciende sus palabras y penetra en nosotros captando la esencia de ser y de estar. Nos envuelve la depuración de su estilo y su técnica literaria que presenta, en secuencia alterna, el diálogo sordo entre dos mujeres distintas e iguales. Nos conmueven estas dos mujeres que no conocen sus tragedias hasta que quedan atrapadas en estas. Entendemos la filosofía nihilista tras sus muertes sin significado y la protesta implícita por sus vidas inútiles. Por esta cualidad de tocar la sensibilidad humana son contemporáneos Homero, los Apóstoles, Confucio, Cervantes, Shakespeare, Tolstoy (la lista puede ser larga).

La mujer de la sonrisa amable esperaba mi respuesta. Se había detenido, haciendo que sus acompañantes me miraran también. Me sonrojé. Traté de reponerme. "Aquí, tropezando con espejos", dije, a modo de chiste, encubriendo mi turbación. La mujer de la sonrisa volvió a sonreír y siguió su camino en compañía de sus amigos y amigas. Hablaba, gesticulaba. Pasó por delante de los espejos sin reparar en ello.


(1) Pequeño Larousse Ilustrado, 1969.
(2) "Martha Rivera. Premio Internacional de Novela Casa de Teatro, Entrevista", VETAS, Año III, No. 21 Agosto de 1996. p.2.
(3) Intervención de Toni Capellán en la presentación del libro de Junot Díaz Negocios, en la Feria del Libro, 26 de abril de 1997, Sala Juan Francisco García del Conservatorio de Música.


(1) Pequeño Larousse Ilustrado, 1969.
(2) "Martha Rivera. Premio Internacional de Novela Casa de Teatro, Entrevista", VETAS, Año III, No. 21 Agosto de 1996. p.2.
(3) Intervención de Toni Capellán en la presentación del libro de Junot Díaz Negocios, en la Feria del Libro, 26 de abril de 1997, Sala Juan Francisco García del Conservatorio de Música.

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