Monday, September 20, 2010

03 Qualcosa rimane sempre, de Carlo Dessy


Uniformes del Ejército Italiano 1941/42


ALGO SIEMPRE NOS QUEDA

Sobre el libro de cuentos, Qualcosa rimane sempre, de Carlo Dessy,
en la presentación de la obra, Società Dante Alliguieri
Santo Domingo, julio 1997

Por Manuel Salvador Gautier

En los años en que viví en Roma, de 1956 a 1960, la mayor parte del tiempo radicado en la pensión de una familia de mujeres proveniente de Reggio-Calabria, no se hablaba mucho de la guerra. Los italianos querían superar una etapa de su historia que sólo le produjo sinsabores, y lo hacían con singular gusto. Montaban en "Topolinos", pequeños carros FIAT para dos personas donde se metían cinco y seis. Paseaban a pie por las anchas aceras de Vía Veneto, las muchachas de clase media luciendo sus vestidos modelo Dior hechos en casa, y los varones cogidos de brazo mirándolas como si quisieran desvestirlas. Suspiraban con películas muy sentimentales como Poveri ma belli, donde Maurizio Arena y Giovanna Ralli reencarnaban el amor de la adolescencia con el desparpajo de los inocentes. Y, por supuesto, se sentaban a comer ante una mesa suculenta de varios platos, acompañándose de sucesivos litros de vino blanco de Frascati. Las famosas películas que recorrieron el mundo como ejemplo del nuevo realismo en el cine eran para consumo de las minorías. Nadie quería revivir a Roma Abierta, ni siquiera para disfrutar de la exuberante Anna Magnani; tampoco deseaba reabrir laceraciones del alma con el Ladrón de Bicicletas de Vittorio De Sica. Si tenían que enfrentar cosas serias, preferían al Federico Fellini que sorprendió a todo el mundo en La dolce vita presentando facetas inéditas de la descomposición de una sociedad que quería asumir el liderato de la "dopo-guerra", o saborear el último escándalo político de una Democrazia Cristiana en auge.
Yo mismo no me interesé mucho en averiguar. Leí La Pelle (La piel) de Curzio Malaparte, donde se presenta la crudeza de un pueblo en desmembramiento que adopta una inversión de valores necesaria para sobrevivir. Conocí a Giuseppe Patroni-Griffi y leí sus cuentos, también implacables y desalentadores. Era la fiebre que había que sufrir para sanar el cuerpo.
En Qualcosa rimane sempre (Algo siempre nos queda) de Carlo Dessy se presentan catorce cuentos en tres partes: "Tiempo de Paz", "Tiempo de Guerra" y "Primavera". En conjunto, exponen una visión de lo que un hombre recuerda con nostalgia sobre una niñez protegida por los padres, una adolescencia entre amigos y amigas, y el enfrentamiento con una situación extrema, la guerra, donde lo esencial era mantenerse alimentado y vivo.
Dessy nos introduce en un mundo donde tanto lo que dice como lo que deja de decir juega un papel preponderante en la imaginación del lector. Él es el narrador omnisciente y el protagonista que habla en primera persona. Las historias, según el autor nos revela, son todas verídicas, aunque ninguna se atiene a la verdad, lo que en el argot de los fabuladores significa que ha tomado hechos reales ocurridos a él y a personas conocidas por él y los ha transformado para darles coherencia e interés de acuerdo a sus objetivos. El protagonista de los catorce cuentos es el mismo individuo en distintas etapas de su vida, y el conjunto es la suma de las partes de la personalidad de un hombre que es educado para que asuma responsabilidades, sea civilizado, trabaje para mantenerse él y su familia con holgura, ame a una mujer para convertirla en su esposa y procrear a sus hijos, en definitiva, para que sea un hombre de la clase media.
En el primer cuento, "Genova", Dessy nos relata el impacto que este individuo sufre a los cinco años de edad al pasar de un ambiente cerrado, con muchas restricciones, en el vecindario de Nápoles, donde vivía, a uno abierto, lleno de confraternidad, como el que encontró en Génova. Su carácter cambia, comienza a compartir experiencias con el grupo de amigos y amigas, se convierte en un ser social.
El orden de los cuentos que siguen no es secuencial ni histórico.
En "Tiempo de paz" estamos ante el adolescente que debe exponer su hombría en dos instancias, el trabajo y la mujer. En ambas, adquiere experiencias que le servirán para fortalecer su carácter y acerar su disposición para enfrentar la vida. En otro momento, nos habla del amor filial, del hijo que tiene siempre presente al padre, y del amor paternal, del padre que, aún desaparecido, protege al hijo, en circunstancias que no serán comprobables. Por último, viajamos en una alegoría sobre la vida: las relaciones que hacemos, cómo se van formando y cómo van desapareciendo, cómo quisiéramos cambiar algunos aspectos y cómo estamos obligados a aceptarlos como son.
En "Primavera" encontramos al hombre maduro que trata de desenredar misterios de su niñez que aún no se explica y que achaca a lo que fue entonces su temperamento cohibido y poco comunicativo. Domina la figura de la niña que le brindó su afecto o, quizás, más en consonancia con lo que insinúa la historia, que le dio un "amor" que él no supo retener y que nunca llegó a comprender; pero también están las particularidades del vecindario donde vivió, la plaza donde se reunía con los amigos y amigas, los incidentes que ocurrían por una bicicleta, por un comentario, en fin, los juegos, los bailes, las visitas, los viajes. Es una niñez que se recuerda a retazos tratando de descubrir lo que ya es mejor dejar en el incógnito.
En medio de estas dos partes está "Tiempo de guerra", seis cuentos fascinantes, tiernos, a veces descarnados, que no encubren nada ni justifican nada, tan sólo hablan de hombres atrapados que esperan la salida a un martirio que no buscaron ni se merecen, de su amistad, de la manera en que se protegen unos a otros. Son historias de hombres comunes, con sus particularidades y sus maneras de resolver las cosas. No hay truculencias. Recuerdo uno de los episodios de La Pelle donde los soldados norteamericanos hacían fila en una casa de un vecindario cualquiera de Nápoles y pagaban para comprobar con sus manos la existencia del himen de una virgen. Había otro, en el que un travestido "daba a luz" una criatura (una muñeca) en un parto doloroso, con contorsiones reales y asistencia de médico. Nada de esa sordidez aparece en Dessy. Su objetivo no es presentar lo insólito, todo lo contrario. Es exponer las situaciones en la que nos podríamos encontrar nosotros, de ocurrir un hecho tan trascendental como la guerra, que destruye el ritmo normal de las cosas. Es lo que, quizás, no ha sido escrito sobre nuestra Guerra de Abril de 1965, donde todavía pensamos en términos de heroicidades y posiciones tomadas y no de gente y sus temores. Ciertamente, Dessy ha necesitado más de cincuenta años para asumir esta posición.
Dessy nos informa en la contraportada que es un narrador improvisado. Se trata de un economista que, al final de una carrera exitosa, decide escribir. Quizás fue una vocación que estuvo en germen todo el tiempo y que él reprimió hasta dejarla florecer cuando ya no había remedio.
Su estilo es suelto, agradable. La mayoría de sus cuentos son de estructura tradicional, con una narrativa lineal que nos va llevando por los vericuetos de los personajes y sus situaciones. Sin embargo, en "Primavera" experimenta con una forma narrativa donde se asume un diálogo por teléfono y sólo se oye la voz del protagonista. En base a lo que dice, debemos asumir lo que responde su interlocutor, una mujer que no parece ser siempre la misma, sin dejar de serlo. Es una manera muy interesante de presentar una información episódica que, al final, queda sin explicación.
No me corresponde a mí enjuiciar una obra que debe juzgarse, a nivel literario, dentro de la trayectoria que presenta la narrativa italiana actual, que no conozco. Sin embargo, puedo decir, independientemente, que sus valores son intrínsecos, y que su lectura ayuda enormemente a entender al pueblo italiano, amante de la mujer, de la plenitud de ser, de la buena cultura y, ¿por qué no? de la "dolce vita", en el nivel que cada uno puede desarrollarla. Felicitamos a Dessy por darnos, como lector, una experiencia sumamente gratificador. Como testimonio de un período histórico que él vivió, su obra es de incalculable valor.

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