Friday, September 24, 2010

08 ¿Mitos o realidades? Siete temas polémicos sobre la novela dominicana


Crítica a la GRAN NOVELA dominicana Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván (1879)

¿MITOS O REALIDADES?
Siete temas polémicos sobre la novela dominicana

Conversatorio en el Pabellón de la Literatura
Con Andrés L. Mateo y Manuel Salvador Gautier
Coordinado por Ángela Hernández
Feria del Libro 2003

Por Manuel Salvador Gautier

Tema 1: Si existe la GRAN NOVELA dominicana o si debe escribirse

Cada tanto tiempo algún crítico señala la necesidad de que los escritores dominicanos produzcan una gran novela que resuma el sentido de la dominicanidad.
Se presume que ninguna de las novelas escritas hasta ahora lo hace.
Se entiende que la única novela que ha tenido trascendencia, sobre todo a nivel internacional, y que es señalada siempre por los historiadores de literatura hispanoamericana, dominicanos y extranjeros, como la máxima producción novelística dominicana, es Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván, publicada en 1878; pero muchos intelectuales dominicanos, que antes se dejaban atrapar por esta apreciación literaria tradicional, entienden ahora que lo que parecía la GRAN NOVELA dominicana no es más que un ensalzamiento de la hispanidad dentro del movimiento hispanista que se dio a finales del siglo pasado en nuestro territorio y en América Latina en general, hoy inexistente; que el llamado a la libertad que trasciende el texto se hace sacrificando, no sólo la realidad histórica, sino también a la raza indígena, la cual es representada con personajes distorsionados (Enriquillo es un español disfrazado, otros personajes indígenas son idiotas o terroristas); y que, por lo tanto, esta novela debe situarse entre las grandes novelas escritas en la República Dominicana, pero no como la más representativa de la dominicanidad.
Las preguntas son:
¿Cuáles son los criterios para determinar si los escritores han escrito la GRAN NOVELA dominicana?
¿Existe ésta o no? ¿Por qué?
Si uno de los criterios a utilizar es que sea una buena novela con reconocimiento internacional, ¿por qué no se ha señalado como la GRAN NOVELA dominicana, Sólo cenizas hallarás, de Pedro Vergés, luego del éxito internacional que tuvo a finales de los 70 y durante los 80, o He olvidado tu nombre de Martha Rivera, ganadora del Premio Internacional de Novela Casa de Teatro en 1996?
¿Podría escogerse la GRAN NOVELA dominicana entre los éxitos internacionales: In the time of the butterflies, de Julia Alvarez, escrita en inglés por una autora norteamericana de origen dominicano, o La fiesta del chivo, del escritor peruano Mario Vargas Llosa?
¿Deben los escritores dominicanos tratar de escribir intencionalmente una GRAN NOVELA dominicana?
¿O deben sólo escribir buenas novelas y dejar que una GRAN NOVELA surja por su cuenta, como ocurrió con Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, en Venezuela , y con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, en Colombia?
¿Existe la posibilidad de escribir una GRAN NOVELA dominicana en un momento histórico en que los intelectuales no se ponen de acuerdo sobre lo que es la dominicanidad?


Tema 2: Si la culpa de que la novela dominicana no tenga reconocimiento internacional es de los escritores que no se promueven, de la inexistencia de un público lector, o del país que no proyecta su literatura fuera de sus fronteras (ni dentro tampoco)

La Secretaría de Estado de Cultura acaba de reconocer la necesidad de la promoción nacional e internacional de la obra literaria dominicana, creando la Editora Nacional. Los escritores dominicanos aún no sabemos cómo este importante recurso editorial será utilizado, sobre todo, cuáles serán los criterios para escoger las obras a publicar, a quién o a quiénes favorecerá, de qué manera esta entidad incidirá realmente en el mundo literario dominicano y si tendrá eventual repercusión a nivel internacional. Por la prensa tenemos conocimiento de unos llamamientos dirigidos por dos de los más eminentes promotores culturales dominicanos, doña Virtudes Uribe y José Rafael Lantigua. De manera pública, ellos han querido proponer sus inquietudes con relación a estas incógnitas, presentando un programa de difusión literaria adecuado para la Editora Nacional. Entendemos que los señalamientos que ellos hacen deben ser tomados en cuenta por los responsables de dirigir la Editora, ya que provienen de intelectuales con experiencias maduradas a través de los años.
Por otra parte, durante varias ocasiones he oído a escritores dominicanos señalar el ejemplo de Cuba, donde un Gobierno tiene una política cultural que promueve la literatura nacional tanto hacia el interior como hacia el exterior de la isla, logrando que muchos escritores tengan reconocimiento internacional. ¿Podremos lograr lo que han logrado los escritores cubanos, en Cuba y en el exilio, protegidos por su gobierno por un lado y por los anticastristas por el otro, respaldados, a su vez, por el interés del público internacional sobre lo que ocurre en Cuba? ¿Podrá un dominicano escribir una obra excelente como La novela de mi vida, de Leonardo Padura, que acaba de ganar el Premio Internacional de Novela Casa de Teatro de 2001, en la que un expatriado presenta genialmente la angustia de vivir fuera de su país y el agobio de volver a la patria amada?
Recientemente se han dado pasos auspiciosos hacia el reconocimiento internacional de la novela dominicana, con la publicación de una novela de Pedro Antonio Valdés en Puerto Rico; de la novela de José Rafael García, Una vez un hombre, por la Editora Alfaguara; de la novela de Emilia Pereira, Cenizas del querer, finalista en un premio internacional, por la editora Laguna Negra; y de la novela, Balada de Alfonsina Bairán, de Andrés L. Mateo, por otra editora internacional.
Todo parece indicar que se amplían las posibilidades de que más y más autores dominicanos puedan presentar sus obras fuera del país. La realidad de que esto ocurra dependerá de que los novelistas dominicanos escriban buenas novelas y se inscriban, hasta cierto punto, dentro de los temas que son escogidos por las grandes editoras internacionales. También de que ellos mismos se busquen o que se les proporcionen las oportunidades de hacer los contactos adecuados, enviando sus obras directamente a las editoras o participando en concursos internacionales.
¿Cuáles son estos contactos?
¿Quién nos orienta al respecto?
¿Podremos insertar nuestras particularidades nacionales en la visión temática internacional?
Lo hizo Vargas Llosa; ¿podremos nosotros?
Pero, ¿interesa a la comunidad internacional la cosmovisión dominicana como la aprecian los novelistas dominicanos o sólo le interesan los temas abigarrados, como son el despotismo de Trujillo, de Vargas Llosa, en La fiesta del chivo; el antihaitianismo, de Edwige Danticat, en Cosecha de huesos; o los rituales afrohispánicos, de Mayra Montero, en El rojo de tu sombra?


Tema 3: Si los escritores dominicanos son vanguardistas, atentos a los últimos planteamientos estilísticos, o si se mantienen dentro de parámetros superados del siglo XIX y XX

Los escritores del siglo XIX eliminaron de la novela del siglo XVIII las pláticas morales y los ensayos sobre temas favoritos o históricos y se dedicaron con gusto a presentar narraciones de sucesos donde el tiempo y el espacio se trataban en un continuum que se interrumpía tan sólo para eliminar momentos o períodos de tiempo que se consideraban intrascendentes para el entendimiento de lo que se contaba. Concomitantemente, debía haber una presentación, un climax y un desenlace de la situación a narrar. Normalmente, el narrador era omnisciente, narrando en segunda persona, o subjetivo, narrando en primera persona. Así se manejaron cientos de obras que hoy leemos con deleite por considerarlas obras clásicas, imperecederas, tales como La guerra y la paz de Tolstoy, que ya mencioné, Los hermanos Karamazov de Dostoievsky, y demás.
Hubo innovadores que introdujeron elementos muy importantes que llevaron, eventualmente, a los profundos cambios que se dieron en el siglo XX.
En el cuento corto (short story), Edgar Allan Poe (1809 – 1848) lanzó la teoría de que este tipo de narración debía tener dos características fundamentales para que fuera efectivo: tratar una sola acción y tener un final sorpresivo, no esperado por el lector.
En la novela, Stendhal (1783 – 1842) introdujo la introspección.
Igual a como pasó en el siglo XIX, los escritores de la primera mitad del siglo XX transformaron totalmente la manera en que se debía escribir la narrativa. Algunos de los cambios estilísticos que han permanecido y son usados manierísticamente por los autores actuales son: el rompimiento del tiempo, con la cual se puede presentar el pasado, el presente y el futuro sin orden calendario; la discontinuidad del tiempo en el verbo, con la cual se puede comenzar la historia narrando en presente y concluyendo en pasado; la discontinuidad del espacio, con la cual se puede comenzar en un sitio y continuar, sin explicaciones ni indicios, en otro; el uso de historias paralelas, relacionadas o no, que se entremezclan para causar un efecto deseado en el lector; el cambio de narrador de omnisciente, a primera persona, a tercera persona; otros.
La novela de Vargas Llosa, La fiesta del chivo, presenta tres historias que se entremezclan: la de la muchacha seducida por Trujillo; las de los conjurados; y la de Trujillo. Los tiempos son distintos para cada historia, los espacios se intercambian sin aviso, los narradores también. Vargas Llosa es uno de los novelistas que mejor usa las técnicas estilísticas actuales, y su novela es perfecta en este sentido. Podemos decir lo mismo de la novela de Padura, La novela de mi vida, donde también se presentan tres narraciones distintas, esta vez en épocas históricas también distintas, genialmente entrelazadas una con otra.
La mayoría de los escritores dominicanos ha sabido ajustarse a estos planteamientos estilísticos; el problema que se les presenta a algunos es que no tienen la destreza necesaria para estructurar, en su totalidad, una novela con estas técnicas.
En la novela de Ricardo Rivera Aybar, El reino de Mandinga, excelente en términos generales y, por eso, ganadora del Premio de Literatura Siboney de 1985, el tiempo es dividido en dos épocas históricas: la colonial y la presente. Al final de la narración del tiempo colonial, cuando la historia entra a contar las peripecias del heredero de Nicolás de Ovando, se nota una precipitación del autor por terminar, que le resta brillantez a esa parte.
En cambio, en la novela de Avelino Stanley, Tiempo Muerto, ganadora de un Premio Nacional de Novela, el manejo estilístico es cuidadoso y totalmente adecuado, entremezclando, de manera totalmente fluida, tres historias: la del patriarca, la de la familia, y la de la hija que lo busca.
En nuestro país se está formando, también, un nuevo grupo de narradores, al cual pertenece Rita Hernández, que rompe con todas las maneras de hacer la historia, extremando los planteamientos técnicos y haciendo un uso vigoroso del lenguaje, enraizado en dialectos de la juventud, entendibles entre sus miembros y sorpresivamente comprensibles para quien no los conoce, gracias al manejo que hace de estos el (la) autor (a).


Tema 4: Si hay temas agotados sobre los cuales los escritores dominicanos persisten en escribir

Antes de que Mario Vargas Llosa comenzara a escribir una novela sobre Trujillo y, finalmente, produjera La fiesta del chivo oí en algunas tertulias literarias que ya el tema de la dictadura de Trujillo estaba agotado.
Ahora, después del éxito mundial de La fiesta del chivo lo que se oye es que nadie puede escribir una novela mejor sobre Trujillo y que, por lo tanto, los escritores dominicanos deben buscar otro tema.
Es obvio que un tema no se agota ni porque se haya adoptado muchas veces, ni porque haya sido utilizado en la realización de grandes novelas. Se agota cuando deja de tener vigencia en la realidad de un conglomerado social, a nivel nacional o internacional.
El despotismo y el autoritarismo político tendrán vigencia en la República Dominicana y en América Latina mientras existan gobiernos dirigidos con estas características. En la obra de Vargas Llosa, la intención del autor no era resaltar las ejecutorias del déspota dominicano, como podría ser la de un dominicano. Escogió a Trujillo como tema para atacar el despotismo de Fuyimori en Perú, su propio país. Si hubiera habido democracia en Perú, posiblemente Vargas Llosa no se habría molestado en escribir esta obra, y habría dejado que permanecieran como hitos del despotismo las novelas de Augusto Roa Bastos, El señor Presidente, y de Miguel Ángel Asturias, Yo el Supremo. De hecho, muchos críticos plantean que la novela de Vargas Llosa no tiene ni remotamente la calidad literaria de estas dos obras, y se preguntan, sin tomar en consideración los motivos personales de un escritor metido a político escarmentado: ¿Para qué la escribió? La respuesta es: para evidenciar en la actualidad fuyimoriana de Perú la vigencia de los gobiernos tiránicos en América.
En cambio, en Europa, donde el autoritarismo trata de esconderse tras enunciados democráticos, aparece una obra como Adriano de Marguerite Yursenar, en la cual se promueve abiertamente el pensamiento de un déspota romano del siglo II, presentándolo como a un filósofo, sabio y protector de su pueblo. ¿Será ésta la posición que adoptarán algunos escritores dominicanos para tratar, en el futuro, los resultados de la obra política de Joaquín Balaguer?
El exilio cubano de Padura y de otros tantos escritores cubanos, como Eliseo Alberto en Caracol Beach, ganadora de un Premio Alfagura, podría dejar de tener vigencia cuando caiga Castro y los cubanos, fuera y dentro de ese país, tengan que adaptarse a una nueva realidad.
En cambio el amor, el odio, los celos, la venganza, la ambición: son pasiones que se mantendrán vigente mientras dure la humanidad. Por eso son vigentes La odisea de Homero, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, Madame Bovary de Auguste Flaubert, La guerra y la paz de León Tolstoy: son obras que trascienden su tiempo porque reflejan pasiones que reconocemos y adaptamos a los nuestros. De aquí que Milán Kundera recomendara tan insistentemente que la novela histórica, en la que se presentan detalles sobre los sucesos de un momento dado, fuera dejada a un lado y que se escogieran temas que manejaran las pasiones intrínsecas del hombre, aunque se desarrollaran en el trasfondo de sucesos históricos, como ocurre con la novela El final del romance, de Graham Greene, que sucede durante la guerra de 1939 en Europa, pero trata sobre celos pasionales y pasiones religiosas.


Tema 5: Si los escritores dominicanos escriben bien el castellano, o si no lo hacen y debieran aprender a hacerlo

Hace pocos días, Manuel Mora Serrano, novelista laureado y columnista consuetudinario en uno de los periódicos de distribución nacional (antes colaboraba en El siglo, ahora en El Caribe), escribió un trabajo que tituló “Los futuros clásicos nacionales”. Voy a transcribir algunos párrafos:
“Cuando envejecemos, cuando ya es tarde para corregir los errores del pasado, cuando vemos la obra publicada y comprendemos que es imperfecta, comprendemos lo que nos decían nuestros mentores: ‘Hay que aprender a escribir’. Eso. Esa cosa insignificante que parece una tontería a los que se creen genios por la facilidad verbal de hacer metáforas.
“Lo primero que un aspirante a escritor debe hacer es comprarse una gramática normativa y olvidarse de todo modernismo y empezar por donde comenzaron los maestros fajándose con la ortografía. Muchos escritores redactan bien al parecer, pero no acentúan debidamente o lo que es todavía peor, tienen problemas de puntuación, sobre todo en el uso de la coma y del punto y seguido.
“Y ocurre que nosotros conocimos y tratamos a muchos de esos grandes escritores nuestros y algunos tenían grandes vacíos culturales y gramaticales, pero buscaban y encontraban quienes les corrigieron sus trabajos…
“Ahora… es oportuno decirles a los jóvenes, y ojalá nos escucharan, que se debe empezar por el comienzo; que se debe aprender a escribir. A redactar como un buen secretario y a conocer gramática como un maestro del idioma de una escuela.
“Los demás problemas, como el estilo, el tono, la altura del lenguaje, el dominio de los géneros, lo irán consiguiendo con lecturas y meditaciones, con oficio, con mucho esfuerzo y mucho trabajo; empero, todo será vano si no aprenden a redactar y si no son originales.”
Hago un solo comentario a estos señalamientos: hay necesidad de crear la carrera de Literatura en las universidades dominicanas, para los que quieren dedicarse a la profesión de escritor. Algunas universidades la tenían y la eliminaron. La Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) intentó crearla en 1990, en la Facultad de Humanidades, bajo la dirección del decano Carlos Esteban Deive, pero el proyecto no llegó a concretizarse.
Quizás sea el momento para que la Secretaría de Cultura, consecuente con la instalación de una Editora Nacional, promueva la creación de esta carrera.


Tema 6: Si los escritores pueden vivir de sus trabajos literarios

Sobre este tema, es muy poco lo que hay que decir.
Está comprobado que los escritores dominicanos no pueden vivir de su trabajo literario, a menos que se dediquen a labores paralelas a éste, como es ejercer el periodismo, ubicarse en un lugar administrativo donde se promueva la literatura, dedicarse a dar cátedras sobre literatura en alguna universidad y otros.
La gran mayoría de los escritores tiene que ejercer otra carrera para mantener a la familia, como hace el mismo Manuel Mora Serrano, que, mientras nos regala sus sanas orientaciones sobre el ejercicio de la literatura tiene que ir a los tribunales y ponerse el birrete en su papel de abogado.
La solución no es sencilla.
Quizás alguno tenga ideas al respecto.


Tema 7: Si los críticos de literatura dominicanos tienen entrenamiento y capacidad para hacerlo o si debieran ir a aprender el oficio

La impresión que tengo es que los críticos dominicanos de literatura, autodidactas o diplomados, no se colocan en el punto de equilibrio necesario para enjuiciar la obra con argumentos totalmente objetivos y se dejan llevar por el subjetivismo, ya sea porque tienen a menos al autor que critican, el tema que el autor escogió, o la literatura dominicana. Puede suceder también al revés, que por ser amigos del autor o promotores de la obra, tratan de presentarla en sus mejores aspectos y no indican los defectos.
Con relación a este tema, también es conveniente señalar la necesidad de la creación de la carrera de Literatura, para que surjan críticos con los conocimientos literarios imprescindibles que le permitan llegar al enfoque adecuado, donde se presente lo bueno y lo malo de una obra, pero con argumentos literarios, totalmente objetivos.

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