De "Carlos Prieto Net"
LA BIBLIA REINVENTADA
Sobre la novela Y no dejaron huellas de P. Franklin Santana sdb
en su presentación al público el 8 de noviembre 2002
Por Manuel Salvador Gautier
La preocupación por la desaparición de la raza humana es uno de los grandes temas que enfrentaron nuestros antepasados cuando se establecieron en distintas partes del mundo e inventaron la civilización, es decir, la organización de la convivencia de muchos hombres y mujeres para compartir un mismo pasado, presente y futuro, en la continuidad de la existencia en el tiempo. Estos primeros grupos humanos, pobladores organizados de la tierra, desconfiaron de la supervivencia de su raza más allá de su propio tiempo. Para vivir después de la muerte, la mayoría de estas civilizaciones organizaron religiones que contemplaban la encarnación de los seres humanos en seres fabulosos. Los egipcios, por ejemplo, inventaron un viaje a un lugar desconocido donde los muertos existirían eternamente, igual a como vivieron sobre la tierra. Los judíos, parcos moralizadores en territorios áridos, forjadores de la elección moral entre el bien y el mal, fueron más sutiles y hablaron de una reencarnación al término de los tiempos, después de un Juicio Final; en su Libro Sagrado, la Biblia, expusieron la manera en que había sido creado el hombre, el motivo del pecado original, el mandato de Dios al hombre de poblar la tierra, y el destino de éste después de la muerte, en un Paraíso o en un Infierno, dependiendo de la vida que éste llevara sobre la tierra. Más tarde, Jesús, Hijo de Dios, trajo el mensaje de bienaventuranza para todos aquellos que reafirmaran su actitud de amar a Dios y de obedecerlo con el propósito de compartir el mundo entre todos, amándose los unos a los otros, sin guerras, sin celos, sin perfidias, sin acaparamientos, sin especulaciones, sin explotaciones de unos a otros. Aquellos que así lo hicieran, ganarían el Reino de Dios, en la resurrección después del Juicio Final.
En el siglo XVIII el hombre occidental cambió totalmente su concepción del mundo e inició un periplo en el desarrollo de su civilización que alcanza a nuestros días: éste fue la aplicación del raciocinio en el enjuiciamiento de todo lo que existe sobre la tierra y más allá, incluyendo a su propio pensamiento. La racionalidad aplicada en base a la investigación llevó a resultados nunca antes manejados por el hombre. Inspirados por esta nueva manera de considerar el mundo, Augusto Comte (1798 – 1857), francés, propuso la filosofía positivista para organizar una nueva sociedad que, por medio de la ciencia, aplicara el conocimiento a todas las manifestaciones del hombre; Charles Darwin (1809 – 1882), inglés, propuso el fenómeno de la evolución para entender los cambios que ha sufrido y sufre la totalidad de la naturaleza (incluyendo al hombre), durante los siglos en que la tierra ha existido; y Tomás Malthus (1766 – 1834), inglés, estudió el fenómeno del crecimiento poblacional en el mundo y aconsejó que se tomaran medidas para evitar una eventual desbordamiento de la población que llevara a la auto destrucción de la humanidad.
Los planteamientos del uso del raciocinio y de la ciencia, como desarrollo de todo conocimiento, fueron enfrentados por las religiones basadas en la fe o en otra manera de entender o concebir el mundo, y una gran parte de la humanidad mantuvo sus creencias religiosas antiguas, mientras otra adoptó el escepticismo de la investigación científica, convirtiéndose en anticlerical o atea.
Aparte de la destrucción de la tierra por una guerra atómica, que surgió a mitad del siglo XX con la destrucción de Hiroyima y Nagasaki, la fuerza de los planteamientos positivistas, evolucionistas y maltusianos ha hecho que cada tanto tiempo se discutan las inquietudes del hombre sobre el futuro de la raza humana.
En la postmodernidad actual, la preocupación aparente del hombre científico es que la raza humana sobreviva eternamente. Esta es una necesidad que surge con su racionalidad, la manera que éste tiene de compararse a sí mismo con el concepto que él mismo creó del Dios eterno, omnímodo y todopoderoso. Sabiendo ya que la tierra explotará dentro de millones de años junto con la desaparición del sistema solar, el hombre científico se propone la posibilidad de alcanzar otros sistemas planetarios que puedan ser colonizados por el hombre interestelar para que éste brinque de galaxia en galaxia hasta que el universo desaparezca, si es que lo hace alguna vez, y él ya no pueda trasladarse a otro lugar físico. El hombre racional, postmoderno, ya no cree en otros lugares imaginarios donde eternizarse, pero sí en la prolongación, ya no de él mismo, sino de su raza (o de sus clones) por reproducción continua hasta el final de los tiempos.
El Padre Franklin Santana sdb, en su novela Y no dejaron huellas, nos presenta una fábula que hace acopio de todas estas visiones judeocristianas y científicas del mundo, con acento en los aspectos morales (o inmorales) del comportamiento del hombre y su influencia en el manejo que éste hace del territorio que ocupa sobre la tierra. Con un humor constante y un desborde de imaginación, el autor reinventa la Biblia con una historia que sustituye la Creación, el Juicio Final y la Reencarnación del hombre. Durante el desarrollo de la obra se perciben tres niveles de interpretaciones o visiones del mundo: el del monoteísmo judeocristiano, con su planteamiento maniqueísta del bien y del mal y su contraposición del hombre con la Naturaleza; el del primitivismo politeísta donde la Madre Tierra es la fuente de todos los valores y el hombre forma parte de la Naturaleza; y el del raciocinio científico, donde la investigación señala la manera en que el hombre debe comportarse sobre la tierra, asumiendo los valores siempre con miras a su supervivencia.
Esta fábula o alegoría del Padre Santana se trata en forma épica, con situaciones que van interesando al lector según éste descubre el significado de cada uno de los episodios o “ventanas” de carácter moralista que nos presenta el autor, siempre influenciado por “nobles principios y humanos sentimientos”.
Como toda novela que sigue los planteamientos estéticos del siglo XX, Y no dejaron huellas comienza a mitad de acción, cuando ya el desastre está consumado. Para explicarlo, el autor usa el recurso técnico de la caja china, es decir, desarrolla una historia que la cuenta alguien dentro de otra historia que, a su vez, es parte de otra historia. Hay otro recurso técnico muy interesante que adopta el autor; se trata del que éste llama “el estilo vertical”, o sea, el de presentar las oraciones y los párrafos como si se trataran de poemas escritos en versos libres, lo cual, dado el carácter épico de la historia principal, hace que la obra tenga un sesgo de poema épico antiguo como La Ilíada de Homero o las narraciones mitológicas sobre los dioses escandinavos de la Walhalla.
La historia principal es muy simple, pero sólo se entiende después que se ha leído la obra. Se trata de la destrucción del hombre y de la Naturaleza por el hombre, en un fantasioso año 2300, donde los animales tienen características humanas y los hombres características animales. En la historia que inicia la obra, en la cual se cuenta la historia principal, no sabemos si los personajes son humanoides, reptiles humanizados o personas que se presentan en su aspecto animal… y este manejo aparentemente confuso de la situación es lo que intriga al lector para seguir adelante con la lectura de la obra.
El personaje principal de la historia es Abec, rico, poderoso, pujante, supremo sobre todos los otros seres del planeta, el producto más terminado de la civilización occidental, satisfecho por el uso y abuso que ha hecho de su jerarquía sobre los otros hombres, los animales y la naturaleza, y ocupado en un proyecto de ciudad total, donde el desarrollo urbano es el único modelo a considerar para el futuro de la tierra, con su secuela de destrucción sistemática de valores éticos y de territorios naturales. Los otros personajes son los animales que, como en toda buena fábula, hablan y piensan a la manera de los humanos; además, hay un hermano de Abec, Yazú, que sólo aparece una vez en toda la obra, para demostrar por qué Abec lo dominaba. También, con el fin de cumplir con los requisitos de una fábula sin precedentes, están Dios y la Voz, personajes que, presumo se representan a sí mismo, o sea, al Dios y al Espíritu Santo de la trinidad cristiana; y finalmente, están la Luna, como una mujer enamorada de Abec por haber sido tocada por el hombre en 1969, y la computadora, como un instrumento deshumanizado del destructor.
El drama lo provoca Abec por su incontinencia, que no acepta las premoniciones ni los consejos de los demás, mucho menos, las disposiciones morales de Dios. De hecho, él se ha convertido en dios, transformador del mundo y organizador de la nueva civilización basada en el absoluto desconocimiento de Dios y en el total apoyo en la ciencia y en los productos que ésta le ha aportado, tales como los ordenadores (computadoras), las edificaciones urbanas y las naves espaciales.
En la obra, hay cierta candidez en el manejo de los personajes, que no son realmente personajes sino el compendio de actitudes de los hombres, la concretización humana de grupos de interés tales como el que atropella todo por el amor al poder y al dinero (tribu de Abec) y el que es abusado por la ambición del primero (tribu de Yazú). Aquí vuelve a presentarse ese planteamiento maniqueísta de los extremos opuestos, el malo y el bueno, el explotador y el explotado, el desventurado y el bienaventurado. Pero el Abec de esta historia es también un hombre que responde a su humanidad, y eso lo hace real, un cuerpo de carne y hueso, con alma y corazón. En el caso particular de este personaje, es inaudito que un hombre con tanto poder temiera y aceptara la sentencia de un grupo de animales que lo enjuician precisamente por lo que él considera sus más grandiosos logros. Es evidente aquí la existencia implícita de un aspecto bueno de Abec, una humildad que el autor no le reconoce. En un momento dado, el lector siente que Abec no es un monstruo sino una víctima, un hombre a quien no se le ha permitido la oportunidad de reivindicarse; de repente, el personaje se nos adentra en el corazón y sentimos una conmiseración por la imposibilidad de rehabilitación que le atribuye el autor, una sensación de vacío hacia ese futuro de nuestros descendientes que él representa, en el cual ellos no tendrán opciones para mejorar su destino.
La crisis en la historia comienza cuando los animales deciden que no pueden permitir que Abec siga con su proyecto de ciudad total para la tierra, destruyendo la naturaleza. Es una reacción de supervivencia. La destrucción de la naturaleza es también su destrucción. Apoyados por Dios, los animales se reúnen y enfilan un juicio contra Abec. Los cargos son:
• “por haber intentado suplantar a Dios…
• por haber herido de muerte a Madre Tierra…
• por haber intervenido directamente en la muerte de millones de árboles y en la extinción de miles de especies de animales…
• por haber quebrado la capa de ozono…”
La decisión que toman es la de dar oportunidad a Abec durante un año para que se arrepienta, demuestre “pesar por el crimen” ateo y ecológico, y tome medidas para rehacer lo que ha deshecho. El reo promete cumplir. Para asegurarse de que todo esté bajo control, los animales envían un mensajero a la computadora para que se una a ellos. Una flor humaniza a la máquina.
Durante cinco meses Abec cumple con los requerimientos que le han hecho y ordena la paralización de todas las acciones que conllevaban a la destrucción de la naturaleza; pero “viendo Abec que la industria mermaba su producción, la economía estaba en su punto más bajo y el progreso se estancaba… arrepentido entonces del rezago que había sufrido la urbanización global, y creyendo que podría eludir de alguna manera cualquier castigo que (el juez de los animales) le impusiera, arremetió de nuevo con mayor furor en contra del medio ambiente”.
Abec no logra evadir el castigo del juez, es tomado prisionero y sentenciado a vivir expatriado en la luna. Todos los miembros de la tribu de Abec son metidos en naves espaciales, y ocurre lo inesperado, la computadora arrepentida decide por su cuenta dar a Abec un castigo ejemplar, y produce una implosión de las naves para destruir las tribus humanas, convirtiéndolas en polvo, inclusive a la tribu de Yazú que había decidido acompañar a Abec en el exilio.
Con la destrucción de la raza humana por el artefacto que ésta misma creó, todo parece indicar que el mundo se convertirá en el Arca de Noé solamente para los animales. Pero Dios no está conforme, le hace falta la creación que ha hecho a su imagen… y vuelve a crear al hombre, pero sin dedos… y quita a los animales todo vestigio de arma defensiva natural (cuernos, colmillos, etc.). Desea fundar así un mundo sin violencias, un nuevo mundo donde todos se vean forzados a actuar con bondad y solidaridad entre ellos…
Y así las cosas, Dios pronuncia los nuevos Mandamientos que animales y humanos deberán cumplir:
Mandamiento uno: Sólo Yo Soy Dios, creador de cielo y tierra. Todo lo demás es caldo de muerte; tú también. A tu Dios sólo adorarás.
Mandamiento dos: Te acercarás a mí más con el corazón que con la inteligencia.
Mandamiento tres: Serás humilde ante el misterio.
Mandamiento cuatro: Me amarás por lo que soy, no por lo que doy.
Mandamiento cinco: Me darás siempre el lugar que me corresponde en tu vida.
Mandamiento seis: Me pedirás perdón.
Mandamiento siete: Me dejarás el futuro a mí.
Mandamiento ocho: Guardarás un día para mí.
Mandamiento nueve: Amarás a tu prójimo con el amor con que Yo te amo a ti.
Mandamiento diez: Tu primer prójimo será tu familia.
Mandamiento once: Rechazarás el perfeccionismo.
Mandamiento doce: Crezcan y multiplíquense inteligente y programadamente.
Mandamiento trece: Respetarás la vida humana porque es santa.
Mandamiento catorce: Rendirás culto de admiración y respeto a Madre Naturaleza.
Mandamiento quince: La política no será tu compañera.
Guinan es la nueva tribu de hombres y mujeres; Urania y Geyson, los nuevos Adán y Eva.
Hay un sólo inconveniente para esta pareja: si Dios le ha quitado la posibilidad de defenderse, ¿cómo sobrevivirá?, ¿protegida por su amor a Dios?
La obra del Padre Franklin, al final, deja de ser una fábula y propone una incógnita filosófica que la trasciende.
De lo que no hay dudas es del planteamiento postmoderno del autor, manejado dentro de un contexto religioso: Al Dios crear de nuevo al hombre en la tierra y darle mansedumbre, la resurrección de los justos no es en el Paraíso, sino en la misma tierra. El deseo postmoderno de prolongar la raza humana por toda la eternidad sólo se consigue por una decisión manifiesta de Dios, y para lograrlo, debemos tomar medidas… como, por ejemplo, obedecer sus mandamientos.
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