Friday, September 24, 2010

18 Juan Bosch: el novelista


Las dos novelas de Juan Bosch


JUAN BOSCH: EL NOVELISTA

Coloquio “Juan Bosch: El novelista”
XII Feria Internacional del Libro
Santo Domingo 2009
28 de abril de 2009

Por Manuel Salvador Gautier
Introducción
Juan Bosch consolidó y dio grandeza al cuento dominicano para llevarlo a categoría internacional. No logró lo mismo con la novela. Publicó dos, La Mañosa en 1936 y El oro y la paz en 1976.
A continuación, trataremos algunos aspectos (highlights) de ambas novelas.

La Mañosa
En La Mañosa, la “novela de la revolución”, como ha sido catalogada, Bosch expone los enfrentamientos entre grupos de sublevados armados, auto titulados “revolucionarios” y “guerrilleros”, realmente golpistas, que, en la República Dominicana y por un largo período, de 1899 a 1930, lucharon por el poder, sustituyéndose unos con otros, delinquiendo, destruyendo todo a su paso y, finalmente, enriqueciéndose con sus acciones, mientras impedían el desarrollo del país.
Cuando Bosch escribe La Mañosa, la “revolución” no era un tema nuevo en la literatura dominicana; había sido tratada en innumerables cuentos por autores como José Ramón López (1886-1922), Miguel Ángel Monclús (n. 1893), Sócrates Nolasco (n. 1884), Otilio Vigil Díaz (n. 1880), Miguel Ángel Jiménez (n. 1885) y otros, y siguió tratándose después. La novedad en la obra de Bosch consiste en enfocarla desde el punto de vista de los que fueron afectados por el suceso, en vez del punto de vista de los guerrilleros o revolucionarios, como hicieron los demás.
La mañosa es una obra maestra de la literatura dominicana. El tema es el daño que producen en los otros las ambiciones de algunos hombres cuando, para lograr sus fines personales, desestabilizan el orden público. Dice Bosch (1): “En La Mañosa, según el plan que me hice, debía haber un ‘personaje’ central, y sería la guerra civil; y todos los seres vivos que desfilaran por las páginas del libro, sin exceptuar la mula que le daría nombre, deberían ser, en un sentido o en otro, víctimas de ese personaje central. El mismo jefe del movimiento armado, Fello Macario, sería víctima de la fuerza que había desatado, puesto que su imagen de combatiente leal a ciertos principios debería quedar destruida al final”. De aquí que los personajes principales, aunque afectados por los acontecimientos en sus pertenencias y en sus sentimientos, comienzan y terminan sin cambios psicológicos o conductuales evidentes, lo cual no incluye a la bestia, la mula La Mañosa, enérgica y, al mismo tiempo, disciplinada, que desaparece de la historia en un momento dado para aparecer al final en estados físico y mental desastrosos.
Debido al requerimiento que se pone el propio autor de disminuir la importancia de los personajes, varios de ellos aparecen casi como estereotipos. Desde el principio hasta el final de la novela, la madre es la mujer estoica y abnegada, que acepta sin protestas las imposiciones patriarcales del marido; el padre es el hombre trabajador, paciente y comprensivo, que anima con su ejemplo a los hijos; el empleado es el hombre servil que está atento a cumplir las órdenes de su patrón. Estas caracterizaciones, sin embargo, no afectan el flujo de la acción, ya que ésta no surge de los personajes sino que va hacia ellos; es una fuerza exterior, arrolladora, que los envuelve y los manipula. Se trata de la guerra civil, que ellos no han iniciado ni provocado, y de la cual son simples espectadores y víctimas. Ya se ha dicho, la intención de Bosch no es presentar al héroe que, con su valentía y decisión, logra imponer sus ideales o es destruido por estos. Igual a como hizo en sus cuentos, Bosch toma el partido de la gente; asume el caso de los que sufren las consecuencias de las medidas del héroe o, como sucede aquí, del antihéroe; escoge el lado de los que reciben el impacto negativo de las ejecutorias de aquellos que pretenden organizar las relaciones de poder a su manera, para su conveniencia.
Con el fin de lograr que la guerra civil sea la protagonista de la novela, Bosch escoge un procedimiento técnico inusitado. Toda la novela gira dentro o alrededor de la casa de la familia principal, localizada a la vera del camino real por donde pasan los lugareños, un recurso que proviene del teatro; además, está contada desde el punto de vista de un niño, el hijo mayor, de unos diez años, un recurso que será utilizado eventualmente por grandes autores de novelas como William Faulkner. Sin embargo, la novela no es estática, y sí ingenua. No es estática porque suceden acontecimientos en la casa y en sus alrededores que crean una dinámica continua, y es ingenua porque el niño no comprende la magnitud de estos acontecimientos y los describe tal y como los percibe, sin causas ni efectos. Se trata de un subterfugio de Bosch, que, contrario a como había hecho en algunos de sus cuentos, en esta novela no quiso pontificar, por lo que trata de obligar al lector a deducir estas causas y efectos en base a los sucesos mismos. No obstante, al final, Bosch cede a la tentación de pontificar y, en la última escena, cuando el padre se siente desalentado por la disposición del caudillo a fusilar a unos presos inocentes, lo pone a decir: “A mi mula le pude quitar las mañas, pero a los hombres nadie se las quita”, y entonces entendemos el significado del nombre de la obra y comprendemos su espíritu. Se propone que el irrespeto a las leyes, la ambición desmedida por el poder, la imposición de la voluntad dictatorial, son posturas políticas inveteradas en el dominicano. Es un parecer desalentador que, sin embargo, puede mantenerse al día de hoy.
En esta novela, hay una situación literaria que el autor debe resolver, creada por el escenario único y el punto de vista infantil: ¿Qué hacer para que lo que sucede a distancia de la casa, que el niño no ve ni experimenta, pueda incluirse en el relato? Ahí entra el estro mágico de Bosch. Esos hechos los cuentan, delante del niño, personajes que vienen y van, y, entonces, el niño los recuenta. La novela comienza con una anécdota narrada por un personaje secundario en una tertulia casera y sigue con una secuencia de reseñas sobre los acontecimientos, resultado de la guerra civil en otros lugares; estas reseñas son expuestas por el padre que vuelve de un viaje, por el alcalde de la aldea vecina que visita la casa, por el caminante que pasa, por el caudillo acorralado que busca refugio, en fin. De esa manera, Bosch escribe una novela adoptando un recurso que le es muy cómodo, un recurso basado en cuentos, y lo hace de una manera magistral, con una fluidez y una destreza que, una vez más, confirman su dominio como narrador experimentado.
Hay otras manifestaciones literarias que evidencian la alta calificación de Bosch, ya no como narrador en términos generales, sino, específicamente, como escritor de novela. El novelista debe estructurar una novela que, no importa si usa las técnicas tradicionales o las vanguardistas, debe incluir pautas e indicios que orienten al lector sobre lo que sucedió, sucede o sucederá. Al principio de la novela, Bosch crea una escena en la que introducirá algunos personajes que no vuelven a aparecer sino al final. El lector se olvida de ellos; sin embargo, cuando aparecen de nuevo, la situación en que se encuentran los impone al lector, pues será la que precipitará el desenlace de la novela. Aludo al grupo de campesinos que, al principio de la revolución, el padre encuentra cuando vuelve de su viaje de negocios, los confunde con bandidos, luego los reconoce como amigos y los deja con un guía que los lleve adonde quieren ir. Al final, esos mismos campesinos reaparecen apresados por el caudillo triunfante y tratados como enemigos sin serlos; el padre habla con el caudillo para que no los fusile, pero no lo logra. Este episodio Bosch lo utiliza para demostrar la inutilidad de ser inocente cuando la conveniencia del carcelero es declarar culpable a su prisionero, y es lo que produce la frase: “A mi mula le pude quitar las mañas, pero a los hombres nadie se las quita”. Este juego de introducir elementos al principio de la obra para sacarlos a relucir al final, al cual Bosch recurre en más de una ocasión, sólo puede hacerse en una narración larga como la novela.
Otra demostración de la pericia de Bosch como novelista es la complicación que él mismo se pone cuando su narrador en primera persona, el niño de la familia principal, cae con fiebre y tiene que encerrarse en una habitación, lo cual hace aún más difícil que pueda contar lo que sucede en otro lugar. Es una complicación que Bosch la maneja sin vacilaciones, como si fuera una situación totalmente natural.
He señalado antes que la novela está narrada desde el punto de vista de un niño; pero, en realidad, no la cuenta el niño. La cuenta el adulto que ha crecido y que registra sus recuerdos. Y es un adulto que, evidentemente, ha dejado de ser campesino, se ha ilustrado, y puede escribir con un lenguaje de altísima calidad, o sea, con el lenguaje del autor. El mismo Bosch asegura que su novela no es autobiográfica, pero que sí recoge momentos que su padre y él vivieron (2). Este nivel de lengua, en manos de Bosch, es un deleite, casi todo el tiempo lírico, de un lirismo sencillo, simplemente genial.
Una descripción (3): El viejo observó detenidamente aquello que parecía estar colgando de mitad abajo. Sin duda lo que fuera, retrocedía. Después… Dimas sintió que la mano de su hijo le apretaba el hombro, le desgarraba la camisa. En los dedos de la otra temblaba la lucecilla, que se disolvía en la oscuridad. Ahí mismo, ahí enfrente, echándoles encima el calor sofocante de su mirada, un par de ojillos crueles relampagueaban llenos de duros reflejos. Parecían filos de machete o de puñal. Dimas sintió la sangre subirle a la cabeza y hacérsela crecer, como cuando se emborrachaba…
Algunas metáforas:
1. Su sombra se quebró y subió por la pared de tablas de palma (4).
2. Ya cada gota (de lluvia) se me ant0jaba un cordón largo tendido desde el cielo hasta mis ojos (5).
3. Parecía que todas las palabras habían muerto en sus labios y que todas las luces nacían en sus ojos (6).
No sabemos exactamente qué ocurría en la vida de Bosch en el momento que escribió esta novela, pero no hay dudas que experimentó estados fulminantes de pasión y de entrega mientras la hacía.

El oro y la paz
En 1976, Bosch publicó su segunda y última novela, El oro y la paz, una “novela de la selva”, que corresponde al grupo de novelas latinoamericanas sobre las selvas amazónicas, una vertiente que iniciara el colombiano José Eustasio Rivera con La vorágine, publicada en 1924, y que luego, entre otros autores, continuaran el venezolano Rómulo Gallegos con Canaíma, publicada en 1935, y el brasileño Jorge de Lima con Calunga, publicada también en 1935 y traducida al español en 1941. En todas estas novelas, incluida El oro y la paz, los personajes penetran a la selva para explotarla y son destruidos por ésta, ya sea psicológica o físicamente. Estas novelas tienen como precedente la novela corta sobre la jungla africana, El corazón de las tinieblas (Heart of darkness), del polaco nacionalizado inglés, Joseph Conrad, publicada en inglés en 1899, un clásico de todos los tiempos. Con estas obras, se confirma la lucha imposible del hombre contra la naturaleza. Bosch le da el giro de la lucha del hombre contra sí mismo.
Hay distintas versiones de cuándo Bosch comenzó y terminó esta novela. Según un periodista boliviano, Bosch la escribió durante el año 1954, en Bolivia (7), país en el cual, en 1952, había localizado el cuento largo “El indio Manuel Sicuri”. La novela la ubicó en Tipuani, una pequeña localidad minera, en medio de la selva amazónica boliviana. Otro reportero asegura que Bosch la escribió en dos versiones, “la primera en 1957, mientras el escritor se hallaba viviendo en Cuba, en su primer exilio, y la segunda versión en Puerto Rico”, en su segundo exilio de 1964, después de su deposición como Presidente Constitucional de la República Dominicana (8). No sabemos si en estas revisiones el autor ajustaba y repasaba lo que ya estaba escrito; si completaba las partes de la novela que faltaban; si cambiaba totalmente algunas partes o si la volvió a escribir en su totalidad (esto último, no lo creo probable). Posiblemente, cuando decidió publicarla en Santo Domingo, en 1975 - 1976, debió revisarla una vez más.
Algunos analistas entienden que se trata de “una novela muy original, creada bajo los estragos del derrocamiento presidencial de su autor, quien ha plasmado en esta obra sentimientos versátiles a la ocasión” (9). Si aceptamos que la primera versión fue escrita diez años antes, en 1954, revisada con posterioridad en 1957, y vuelta a revisar en 1964, entendemos que es una obra inédita que el autor tenía pendiente por terminar y que aprovechó el nuevo exilio para hacerlo. La motivación para terminarla puede ser la decepción que el autor sufrió con su derrocamiento; pero sabemos que ya en 1964 Bosch estaba en contacto con los militares que dirigirían el contragolpe que trataría de reponerlo en la Presidencia y que, por lo tanto, andaba tan ocupado escribiendo como complotando, dos situaciones que animan enormemente a cualquier creador y político, como lo era Bosch.
El oro y la paz no se lee con el mismo deleite que La Mañosa, por varias razones:
Se abandona el lenguaje lírico por uno realista.
El personaje principal no es atractivo.
Se hacen largas digresiones para presentar a personajes secundarios.
El resultado de las intrigas es obvio desde un principio.
Estos señalamientos, sin embargo, no le restan mérito a la obra. Fue reconocida, aún inédita, en 1975 con el Premio Nacional de Novela Manuel de Jesús Galván, el máximo galardón que otorga el Estado Dominicano a las novelas escritas por dominicanos; y es popularísima. En el 2005 andaba por la vigésima segunda edición, casi una edición por año.
Soy del parecer que, cuando Bosch abandona la ficción con el tema dominicano y asume el boliviano, comienza a extenderse con explicaciones y referencias que alargan su lectura. Lo hace en el cuento El indio Manuel Sicuri y también en El oro y la paz. Esta condición no significa que el lector no continúe interesado en la lectura de estas obras; Bosch es demasiado buen escritor para que esto ocurra.
Toda la parte inicial de El oro y la paz describe lentamente el proceso que sigue el protagonista Pedro Yasic, un aventurero chileno, para ocultar que ha llegado a Tipuani con el fin de explotar un yacimiento de oro cuya ubicación le legara secretamente un tío moribundo, un oro que él pretende llevarse sin el conocimiento de las autoridades. Para ello, planea cruzar la selva amazónica desde Tipuani hasta salir por Chile o Brasil. La novela toma vuelo cuando, finalmente, Yasic roba el oro y se interna en la selva junto con tres personajes estrafalarios que, en vez de ayudarlo a conquistar la selva, lo estorban. A partir de ese momento, Bosch está en uno de sus mejores momentos literarios, con una prosa fluida, ágil y absorbente, merecedora de todos los reconocimientos que se le han hecho.
Cada uno de esos cuatro personajes es portador de una actitud que Bosch desea desenmascarar. Yasic es el hombre obsesionado con la obtención de riquezas por cualquier medio; Salvatore Barranco es el hombre que no ha encontrado satisfacción en la vida y está dispuesto a jugársela para cambiar esa situación; Angustias es la mujer sufrida, explotada por los hombres, que se rebela, aunque de mala manera, y John Caldwell es el individuo incauto que se deja arrastrar por los demás. Estas actitudes en el hombre se traducen en formas negativas de comportamiento, que lo llevan a su auto destrucción en vez de a su superación. Esto queda manifiesto explícitamente al final de la obra, cuando Bosch vuelve a incluir una de sus frases sentenciosas.
Sucede de la siguiente manera: Yasic queda solo en la selva, se ve obligado a deshacerse del oro, y, sin guía, desorientado, vuelve en círculo al lugar de donde salió, extenuado, casi moribundo. Lo recogen unos indios que trabajan para otro personaje, Alexander Forbes. Y entonces, viene la frase:
“Extraño destino, míster Forbes, que Pedro Yasic, el hombre que huyó con el oro, haya venido a dar sin oro a la casa del hombre que halló la paz” (10), son las palabras del Capitán a cargo de la investigación de los hechos.
El hombre que halló la paz es un escocés que vivía tranquilamente en Tipuani, con su hija; un hombre que no pretendía más de lo que podía y que disfrutaba lo que hacía, todo sin grandes recursos económicos, más bien en pobreza.
La contraposición materialismo contra espiritualidad que el autor establece es demasiado evidente. Se trata de un planteamiento idealista de un hombre, Juan Bosch, que en el momento de publicar su novela, en 1976, estaba en plena tarea de consolidar un nuevo partido político con el cual debía lograr los mismos objetivos que trató de implantar cuando fue Presidente de la República en 1963. Estos objetivos son: legalidad, constitucionalidad e institucionalidad.

NOTAS
01. Bosch, Juan. La Mañosa. Santo Domingo. Editora Alfa & Omega. Trigésima Edición. 2006
02. Bosch, Juan. La Mañosa. Ibídem P. 11.
03. Bosch, Juan. La Mañosa. Ibídem. P. 25.
04. Bosch, Juan. La Mañosa. Ibídem. P. 26.
05. Bosch, Juan. La Mañosa. Ibídem. P. 49.
06. Bosch, Juan. La Mañosa. Ibídem. P. 73.
07. Arduz Ruiz, Marcelo. “Centenario del nacimiento de Juan Bosch”. El Diario Bolivia, 6 de enero de 2009. Google:
http://www.eldiario.net/noticias/2009/2009_01/nt090106/1_02opn.php
08. Google: http://www.vivenciasjuveniles.com/NotiJoven/quien_fue_juan_bosch.htm
09. Google: http://html.rincondelvago.com/el-oro-y-la-paz_juan-bosch.html
10. Bosch, Juan. El oro y la paz. Santo Domingo, Editora Alfa & Omega, Vigésima Segunda Edición. 2005. P. 257.

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