Tuesday, September 21, 2010

12 La carnada en el anzuelo, de Luis Beiro


Una iglesia en Sofía

HISTORIAS Y ANÉCDOTAS o
LA INCERTIDUMBRE DE SER (CUBANO)

Sobre la novela La carnada en el anzuelo, de Luis Beiro
Ateneo Insular, Santiago de los Caballeros, 26 de octubre de 2002

Por Manuel Salvador Gautier

Terminé la lectura de la novela La carnada en el anzuelo, de Luis Beiro, apagué la luz de la lámpara en la cabecera de mi cama, recosté la cabeza en la almohada, cerré los ojos y quedé sumido en una oscuridad de insomnios internos… afloró entonces la situación descarnada de la dictadura que los dominicanos hemos olvidado: los días de persecución, el doblegamiento obligado, la desconfianza entre los concurrentes a un lugar, el ansia por la alternativa desconocida, la nostalgia por la tierra prohibida allende la isla… la plaga desestabilizadora, insinuante, que trastornaba nuestro comportamiento y oprimía nuestro pensamiento. Entonces, dejé caer sobre el papel palabras como piedras para romper el encantamiento:

Es amplio el horizonte
como un corral que fija la lejanía…
anillo que se desvanece en el fulgor de la aurora,
incapaz de ceñirse a algo más
que a una espera…
asidero que no origina más que el escarnio
al yo íntimo…

y dormí.
La incertidumbre de ser es una noción que ha ocupado el pensamiento de la humanidad desde que el hombre estuvo consciente de encontrarse en un mundo en el que tenía que sobrevivir. Para resolver el dilema, el hombre responde con la acción; pero este impulso que lo empuja a enfrentarse consigo mismo no es sencillo; implica tomar decisiones, seleccionar entre una cosa y otra, elegir el futuro. Como a una inundación de fluidos turbadores, el hombre actual tiene que enfrentar sus acondicionamientos mentales, la seguridad de sus comodidades materiales, la posición que ha logrado en la sociedad, los lazos afectivos que le unen a la tierra que habita y a los seres que le rodean. El cambio implica abandono, y el abandono implica sufrimiento. Si la decisión que toma no es la adecuada a su verdadero sentido de conveniencia, permanecerá en él la lucha existencial, donde la incertidumbre y el desprecio por sí mismo le irán arrancando paso a paso toda noción de equilibrio y sólo tendrá una alternativa: la auto destrucción física, mental o espiritual, o sea, el suicidio, la locura o la entrega total al demandante.
El tema de la novela La carnada en el anzuelo de Luis Beiro es la confrontación del individuo consigo mismo para sobreponerse a esta incertidumbre existencial y los resultados que se obtienen cuando se toma una decisión mediatizada. El protagonista sin nombre de la obra, cubano de origen, pasa por esta situación de inestabilidad emocional en un momento en que, finalmente, ha conseguido uno de sus grandes deseos: viajar fuera de la patria amada. Atrapado en su país por las imposiciones de sus autoridades, este hombre ya maduro, de gran capacidad intelectual, este poeta de mucha sensibilidad artística, sufre de un agobio de horizontes que no es sólo el de conocer otras tierras, otras culturas y otros pueblos, sino el de sentir, en otro lugar del universo, la libertad de acción que le es vedada, desde su niñez, en la tierra donde vive.
Se trata de un hombre no muy alto, no muy delgado, de ojos no muy negros y de sonrisa no muy definida. Se anula en gestos, pero no en disposición o pensamiento. Calla y es locuaz, con su figura apocada y exigua, que logra su deseo de hacerse insustancial. Es un ser dispuesto a convertirse en cristal o a desaparecer en el aire en el momento en que sienta la molestia de estar o de estar de más, de existir en sí mismo o de dejar de existir en los demás. Quiere ser amable y lo logra, hasta que ya no hay cabida para las intenciones ni para las pretensiones. Me refiero al autor, no al personaje principal de la novela La carnada en el anzuelo. Hablo del intelectual, periodista, narrador, ensayista, crítico, poeta, Luis Beiro, y hablo de él, porque parecería que el personaje principal de esta novela es él, sin serlo. Es una de las tantas contradicciones que encontraremos según nos adentramos en los intríngulis de esta novela y de su autor. Beiro es cubano, se formó intelectualmente en Cuba y, antes de tomar la decisión de abandonar a su país, posiblemente para siempre, viajó a varios lugares del mundo. Si se le pregunta: ¿volverás?, sus ojos se pierden en el espacio, su boca forma un rictus que es casi una sonrisa y sus labios pronuncian la negación que no le sale del alma.
Contrario a Beiro, el protagonista tiene el pelo revuelto, aciclonado; es quizás la característica física con que el autor quiere que el lector lo recuerde, porque la indica varias veces. Igual a Beiro, el protagonista ama a su patria con pasión. Cuba aparecerá en distintas lecturas y los cubanos se señalarán por su siempre supuesto escandaloso comportamiento, por el desenfado de sus movimientos, la potencia de su voz, su risa indiscriminada, su bailoteo continuo. El protagonista reconoce que así son sus compatriotas, sin embargo, él no lo es; él no es un estereotipo a ser tomado por cubano por sus exteriorizaciones; él es un ser único que manifiesta su nacionalidad por sus interiorizaciones. En el recorrido que hace por Bulgaria, la tierra que visita, siempre estará comparando, por similitud o diferencia, los distintos aspectos de su país con los que encuentra a su paso, aspectos tales como el clima, los paisajes, los rincones de las ciudades, la gente… y ése es el drama. ¿Hasta qué punto este personaje, a quien nadie espera en su tierra, sólo los oficiales que le permitieron el viaje (en la obra no se menciona que tenga esposa o hijos, madre, padre o hermanos), podrá tomar la decisión de abandonarla, cuando es lo único que lo inunda emocionalmente, lo único que le inyecta fuerzas para vivir?
Tenemos, entonces, a un protagonista cubano en un recorrido por una Bulgaria que aparenta lo que no era, una Bulgaria comunista, tan regida autoritariamente como Cuba, pero que, según nos la presenta el autor, aceptaba que los comercios tuvieran artículos de consumo disponibles, como en los países capitalistas; una Bulgaria que permitía a sus ciudadanos cierta flexibilidad en sus desplazamientos por su territorio y fuera de éste, y donde ya se insinuaba la disposición de algunos de estos ciudadanos a negociar sus principios comunitarios marxistas por el bienestar individual capitalista. Esta accesibilidad a particularidades difíciles de hallar en Cuba es la “carnada” que llevará al protagonista a un periplo de angustias y desesperaciones, hasta tomar la decisión que definirá su incertidumbre.
En este recorrido de un Quijote cubano que, igual que el español, lucha contra sus fantasmas en desigualdad de condiciones, hay historias que lo son e historias que no lo son, realidades que no lo son y realidades que lo son. Se da toda una situación donde el lector deberá armar el rompecabezas que el autor presenta por medio de historias y anécdotas, una tras otra, que deberían relacionarse con la propuesta temática, pero que no se perciben así de inmediato. Estas anécdotas y estas historias corresponden a la realidad que vive el protagonista, a las divagaciones poéticas que hace y a las pesadillas que tiene con apariciones y desapariciones de personas y cosas. Es, por lo tanto, un recorrido de un idealista por el mundo que vive y por el que imagina, por dos mundos que responden a sus realidades, ya que en uno el protagonista convierte la realidad en un símbolo, y en otro, convierte la fantasía en una realidad.



Un recodo de Plovdiv

La ciudad de Plovdiv acapara gran parte de este recorrido y los ciudadanos de Plovdiv serán los seres humanos que contagiarán al protagonista con la apetencia por la “carnada”. La señora Petia, administradora de la Casa para Huéspedes, con una disponibilidad que nunca llega a materializarse. El poeta Alfonso de Lamartine (1790-1869), aparición que agota el compromiso ideológico del autor con su pueblo (sociedad). La muchacha que lo guía por las calles de Plovdiv, que siempre llevan al río Maritza, en un llamado a la obstinación por una causa. El joven Dimiter que lo confunde con un turista norteamericano, le habla en español cuando se da cuenta que el protagonista es cubano, le enseña una nueva perspectiva de la ciudad encaramados en la copa de un árbol y le regala un dólar, con el rostro de un libertador que puede ser Washington o cualquier otro. La amante Isis que, enamorada de un héroe esclavizado, lo salvará de una muerte segura en el escenario del teatro romano durante el imperio de Cayo Tulio (Año II, antes de Cristo). El profesor que aparece y desaparece en una pesadilla que no tiene encuentros ni reencuentros… Y la constante Irene, la mujer asignada a llevarlo a Plovdiv desde Sofía, que nunca acompaña al protagonista cuando le suceden los hechos reales e irreales que el autor nos presenta y que, en un momento dado, cae bajo sospechas y se convierte en una posible cómplice de las autoridades de su país, la espía que informará sobre esos encuentros del protagonista con búlgaros que creen en la libertad del hombre y que tratan de convencerlo en cambiar de bando.
Los hálitos de libertad que sacuden las páginas de esta obra son como tornados que se desatan inesperadamente en una palabra o en una escena. Las historias más obvias son: El encuentro con Dimiter, que se convierte en una metáfora del hombre que debe cambiar de posición para disfrutar de su mundo, una insinuación al protagonista para que abandone a Cuba por la libertad; y la historia del ascenso de la cuesta enlodada en las montañas alrededor de Sofía, por donde el protagonista finalmente se desliza cuesta abajo sin importarle las consecuencias (embarre en lodo o heridas) en un arranque de regocijo pueril que es también la realización de un deseo de libertad. Pero Bulgaria no es la libertad, es tan sólo un recinto para deshacerse de la incertidumbre que ahoga al protagonista, un recinto que podría estar en cualquier parte, hasta en Cuba.
El protagonista vuelve a Cuba y, por requerimiento de las autoridades, se ve obligado a escribir un informe sobre su viaje a Bulgaria. Para no despreciarse a sí mismo por aceptar sin reparos las imposiciones que rigen a los ciudadanos de su país, escribirá las páginas que el lector acaba de leer, un documento que, como informe, no se ajusta a los cánones establecidos por las autoridades y que éstas rechazan, exigiéndole que lo sustituya por uno aceptable. El protagonista no lo cambia.
Es un gesto de protesta, la promulgación de una libertad en la que el protagonista siempre ha creído y con la cual quiere identificarse en ese momento de desesperación final; se trata un acto de autodestrucción por la defensa de un ideal libertario que el protagonista pretende hacer sentir en un territorio hostil. El gesto mediatizado no tiene consecuencias, y se evidencia que la imposición de ese ideal no se hace de manera individual ni emocional. Así, el autor lanza el anzuelo con la carnada que realmente le interesa: el llamado a los cubanos en Cuba para la liberación de Cuba.

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