Friday, September 24, 2010

09 La tarea de leer


Cuadro de John Singer

LA TAREA DE LEER

PUNTO Y SEGUIDO…
Tertulia del martes 29 de noviembre de 2005

Por Manuel Salvador Gautier

Nadie inventó el sueño o la fantasía. Nadie inventó la reflexión o el raciocinio. A veces estas nociones nos asaltan sin advertencia; otras veces nos llegan por requerimientos nuestros. Sabemos que existen, que están en nosotros. Sabemos que podemos apelar a ellas. Sabemos que son las dos caras contrapuestas de una sola verdad: el hombre tiene imaginación. René Descartes, filósofo francés (1596 – 1650), llevó este axioma más lejos y propuso: Cogito, ergo sum (pienso, luego existo). La existencia del hombre va ligada a su pensamiento. La existencia del hombre va ligada a la permanencia de su pensamiento, fue lo que advirtieron los antiguos pobladores del mundo cuando se asentaron en un lugar para recolectar su alimento, y más tarde, para sembrarlo o criarlo, y se dieron cuenta que la memoria de lo vivido no bastaba para sobrevivir, que la repetición oral del conocimiento de generación en generación no era suficiente para rescatarlo.
Inventaron la representación de la forma, o sea, el dibujo, en las rocas y en otros materiales permanentes. Fijaron la vista en esas formas y entendieron que podían hacer más. Ya hablaban, ya habían inventado el lenguaje. Entonces inventaron el fonetismo, la representación de los sonidos vocales por medio de la escritura, y con ésta, el papiro, el rollo, luego el libro… Y al inventar la escritura, inventaron la lectura; o al inventar la lectura, inventaron la escritura, ¡qué más da! Lo cierto es que el hombre desarrolló el instrumento requerido para captar el conocimiento en el tiempo y para mantenerlo a través del tiempo.
Esa es la grandeza del libro. Para eso se organizó la tarea de escribir y de leer.
Hoy día el conocimiento puede transmitirse por otros medios. Por la radio, el cine, la televisión o el Internet, a través de imágenes orales o visuales. Pero siempre habrá un guión escrito para planear la transmisión de estas imágenes o se leerá una historia para explicarlas. La escritura y la lectura son siempre imprescindibles, no pueden evitarse.
Entiendo que se ha acumulado una enorme bibliografía sobre la importancia que tiene en la actualidad el libro y la lectura. Por un lado se piensa que los medios electrónicos harán que se pierda interés en estos; por el otro lado se propone que permanecerán para siempre porque no es lo mismo leer con un libro en las manos, de manera íntima y acogedora, a hacerlo frente a una pantalla fija, en forma frontal y objetiva.
Yo tengo mi teoría.
Creo que la mayor justificación para considerar que el libro permanecerá en el tiempo es porque estimula la imaginación como ningún otro medio lo hace.
Cuando estamos frente a una pantalla con imágenes que vuelan una tras otra ante nosotros, lo que percibimos es lo que el creador de esas imágenes propone sobre el tema. Captamos el tema a través de sus imágenes.
En cambio, cuando leemos, las palabras del autor son virtuales, estimulan nuestra imaginación y podemos recrear lo que ese autor propone de acuerdo a nuestras propias experiencias o conocimientos. El Macondo que yo capto leyendo a García Márquez no es el mismo que capta cualquier otro lector, cualquiera de ustedes. En cambio, el Macondo que veo en una película es siempre el mismo para todos, es decir, el que propone el director de la película; lo más que puede ocurrir es que nos estimule emocionalmente; pero eso también ocurre con la lectura de un libro. En definitiva, en el libro las posibilidades de captar la propuesta del autor son multívocas, son muchas, mientras que en las imágenes son unívocas, es una sola. Eso sólo explica el triunfo del libro, su permanencia en la civilización globalizadora actual, que nos acogota con informaciones mediáticas.
La riqueza en el estímulo al pensamiento es infinita en el libro, dependerá de nosotros, de nuestra cultura, de nuestra preparación, de nuestra disposición. La tarea que tenemos de leer dependerá de las orientaciones y los estímulos que recibamos; también de nuestros intereses.
Todos los temas que atañen y preocupan al hombre están escritos. El hombre es su inventor y su intérprete. Van desde la vida de los microorganismos en el fondo del mar y el magma en el centro de la tierra, hasta las características de un hoyo negro en el universo y del big boom, o sea, el estallido original que transformó un estado imperceptible de la materia en un estado perceptible.
Hay temas comprobables y comprobados. Hay otros hipotéticos o fantásticos.
¿Hacia cuál nos inclinamos?
Es fácil determinarlo. Depende de cada uno de nosotros.
Para mí, que soy escritor, sería aburridísimo ponerme a leer la colección de leyes que rigen en la República Dominicana. ¡Dios mío, ni siquiera se me ocurre la instancia! En cambio, para un abogado esto sería comidilla de todos los días. Aquí entraría la facilidad que nos da la computadora, con una flechita maravillosa que ponemos en SEARCH. En unos instantes, en Google o en los textos que tengamos acumulados en la memoria de nuestra máquina, conseguimos la información que buscamos.
La tarea de leer no es para trabajar. El acoplamiento de la técnica con la verdad que manejamos en nuestros trabajos se lo dejamos a las máquinas, para que nos apoyen en nuestras investigaciones y esclarecimientos de los temas que estamos obligados a tratar profesionalmente.
La tarea de leer es para divertirnos o para estimular nuestra imaginación o para vivir otra realidad de la real.
No hablo de ficción literaria nada más.
Hablo en general de cualquier tema que estimule al hombre en sus distintas realidades a superarlas, a irse más allá de la fantasía, a acumular las riquezas del espíritu que hacen del hombre un ser diferente a los demás seres sobre la tierra.
Acabo de leer un libro de poemas de Jaime Tatem Brache titulado Rituales de la lluvia que creo hará un antes y un después en mi vida emocional. Transcribo lo que he escrito impactado por las imágenes propuestas por el autor.

La lluvia de Jaime Tatem Brache es una materia cósmica presentida por el autor, que existe y ocupa el universo como la antimateria que proponen los científicos, una materia que alienta a la vida. Es también un ente metafísico que trasciende la realidad desde el interior del hombre y obliga al hombre a buscar el sentido de esa vida, a no recibirla en vacuidad”.

El poema “Tríptico de la lluvia” presenta a plenitud estos conceptos. Está dedicado a Simona Pitlova. No es un poema para recitarlo sino para leerlo y asimilarlo; aún así, ustedes apreciarán la cadencia, la iteración de la palabra y el impacto de las imágenes maravillosamente sencillas y, al mismo tiempo, intensamente profundas.

(I)
Ese sonido
—silencio de la eternidad—,
es el sonido de la lluvia cayendo sobre el mundo.
La lluvia confundida con la lluvia.
La lluvia caminando sobe el zinc.
La lluvia tocando los árboles
como puertas verdes y amarillas.
La lluvia aturdida con los sueños
La lluvia dando de beber a la tierra
y a las piedras
y al asfalto.
La lluvia paseando por los caminos de tu voz.
La lluvia preguntando por los que se han ido
y, sin embargo, permanecen.
La lluvia erizándote la piel…

(II)
Ese sonido
—silencio de la eternidad—
es el sonido de la lluvia cayendo sobre el mundo.
Cierra los ojos y escúchalo,
siéntelo,
porque esa lluvia cae dentro de ti.
Está cayendo en tu ayer
y en otro espacio.
Y te ves en el tiempo,
bajo otra lluvia,
donde,
como ahora,
truena,
relampaguea,
sopla el viento,
y escuchas la voz de tu madre
que temerosa cubre los espejos.

(III)
Ese sonido
—silencio de la eternidad—
es el sonido de la lluvia cayendo sobre el mundo.
La lluvia regresando desde el tiempo.
La lluvia palpitando con la vida.
Oh, la lluvia hablándote de amor (1).

Continúo con mis apreciaciones del significado de la lluvia en este poema, apreciaciones que ahora ustedes entenderán mejor.

Es una lluvia en el tiempo y fuera del tiempo, un intangible que posee lo tangible y lo intangible, una visión vivida fuera de contexto, una experiencia que no tiene alternativas en la realidad del hombre, un hecho vital que penetra en la carne, la estremece, la desajusta, porque la materia no resiste la embestida del pensamiento creativo del hombre. Al caer sobre el mundo, la lluvia crea un estado de conciencia en el hombre, una obligación a ser. Como un héroe mitológico que lucha con toda suerte de monstruos, Jaime Tatem Brache la acoge para enfrentar sus propios demonios, unos demonios que surgen de su imaginación, creados por él desde su humanidad, porque él es hombre; él es uno y es todos los hombres, con sus miedos, sus obsesiones, sus ternuras, sus odios y sus amores.
Y así prevalido, Jaime Tatem Brache traza, inexorable, el viaje hacia su destino enajenante, el destino del hombre pensador.

No hay dudas de que los poemas de Tatem Brache me han hecho sentir emociones cautivantes; pero también me han puesto a pensar, a enriquecerme con intuiciones sobre la vida que antes desconocía o no profundizaba.
Sólo llegamos a estas instancias de rapto literario estimulados por la lectura.
La tarea de leer implica una búsqueda intelectual. Hacia donde queramos ir. Está todo ahí, en las páginas de un libro, para estimularnos, orientarnos, convencernos. Inclusive para desafiar el conocimiento que nos quieran endilgar. Como la lluvia de Tatem Brache, la respuesta a nuestras inquietudes está latente, esperando que nos entreguemos a ella.


(1) Tatem Brache, Jaime. “Tríptico de la lluvia”. Los rituales de la lluvia. Editorial ---, Santo Domingo, República Dominicana. 2005. Pp. 36 / 38.

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